| domingo, 06 de julio de 2003 | [Transiciones] La pobreza argentina y el capital social Dos sociólogas sostienen que la crisis dio lugar a nuevas formas de diálogo e intercambio social Marta Gordillo Con niveles de pobreza que no registran antecedentes en el país luego de las épocas que caracterizaron al modelo oligárquico que se quebró en los años 40, uno de los desafíos que enfrenta hoy la Argentina es la recuperación de todo aquello, tomando específicamente el plano social y humano, que se destruyó, se fragilizó y se degradó en los últimos años.
Según las estadísticas del Indec, el 57,5 por ciento de la población está bajo la línea de pobreza. "Creo que efectivamente los niveles de pobreza nunca fueron tan altos como ahora, pero hay que analizarlos cuidadosamente en el sentido de que esos niveles de pobreza no definen lo que entendemos por población intrínsecamente pobre en otros lugares del mundo", destacó la socióloga María del Carmen Feijóo, investigadora del Conicet.
Feijóo explicó que "estos pobres que hoy enfrentamos en la estadística guardan en su memoria histórica la cultura de una clase obrera organizada; esto hace que sean pobres con recursos, recursos culturales, de interacción, de aprendizaje".
"En este sentido -continuó-, el término novedoso de capital social sólo es novedoso en cuanto a término, no en cuanto a experiencia de vida; si uno mira lo que fue la formación de los sectores populares en la Argentina, no se puede explicar si no es a partir del recurso permanente a herramientas organizativas y personales que hoy llamamos capital social".
La especialista destacó que ese capital social está "recuperado porque sin lugar a dudas el momento de eclosión de la crisis nacional fue diciembre de 2001 y a partir de ese momento surgieron una cantidad de movimientos de distinto signo político e ideológico que ponían en marcha la dotación de estos recursos y estos aprendizajes para abordar la crisis".
Así fue como surgieron "las asambleas vecinales, movimientos de fábricas recuperadas, incluso la propia organización piquetera, que no nace como organización de los excluidos sino como modos de lucha de los obreros que a comienzos de los años 90 empiezan a cortar rutas contra el proceso de privatización", enfatizó.
Para la socióloga Elba Luna, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, "en la definición que se utiliza para capital social hay tres elementos: la iniciativa asociativa autónoma de la propia sociedad civil, la capacidad de voluntariado y los valores vigentes en una sociedad".
En estos momentos, hay "más de 100 mil organizaciones en todo el país", destacó tras coincidir en que "la iniciativa asociativa es un elemento de larga data en la Argentina, que comenzó en épocas coloniales con la iniciativa filantrópica, y de ahí en más se fueron sumando y acumulando, en forma paralela a la evolución histórica del país, otro tipo de organizaciones: desde las mutualistas y las de origen sindical hasta las organizaciones de derechos humanos, las asambleas barriales, el trueque y los piqueteros como producto de la crisis social e institucional de los últimos años".
Luna graficó la historia organizativa y dijo que se fue conformando "como capas de cebolla, porque tal vez lo que identifica este universo es que formas preexistentes no han desaparecido sino que de alguna manera se han ido adaptando".
Tras marcar las diferencias entre la búsqueda de soluciones de los problemas de fondo que "tienen que ver con políticas de Estado", Luna se refirió a cómo las organizaciones sociales inciden, interactúan, fortalecen o tuercen las decisiones gubernamentales.
Desde su punto de vista, "las organizaciones están asumiendo el rol de dar legitimidad a las demandas de la gente, por mayor control, por mayor legitimidad, por mayor transparencia, por terminar con los privilegios y con la corrupción".
Una situación que convive con los métodos históricos de protesta, demanda y lucha de los trabajadores. "Hay un universo extremadamente diverso, que va encontrando respuestas a las diferentes necesidades de la gente".
Pero, ¿esto revelaría que el tejido social no se ha quebrado? "Evidentemente -respondió Luna- aunque la trama asociativa, los valores, están resentidos porque en gran medida hay una tensión entre la vigencia del bien común y los intereses particulares, y esto es producto del modelo del que venimos".
Por su parte, Feijóo destacó que "el tejido social estuvo tensionado, muy tirante, pero creo que la propia crisis lo reactivó, de abajo para arriba; también lo fortaleció el diseño de un conjunto de políticas sociales que promueven el diálogo permanente con la sociedad civil".
Para Feijóo la salida de esta crítica situación es "fortalecer el diálogo estado-sociedad civil, reactivar la economía, hacerle espacios a las formas innovadoras que encontró esta energía popular para responder a la crisis, como los microemprendimientos, las tareas solidarias a nivel de base, las fábricas recuperadas".
"La participación de los movimientos piqueteros en los consejos consultivos de los distintos planes y programas sociales es un indicador muy bueno de que hay oportunidades de intercambio entre Estado y sociedad civil; esto es lo novedoso: que se hayan generado espacios sistemáticos de diálogo y de intercambio que antes no existían. Esto es una de las buenas consecuencias de la crisis", finalizó Feijóo.
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