Año CXXXVI
 Nº 49.867
Rosario,
lunes  09 de
junio de 2003
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El gran placer de la vuelta

Elbio Evangeliste / Ovación

Cuánta falta le hacía a la ciudad sentirse expectante de cara a la celebración de un título. Y de los cinco equipos que más hacen rodar la pasión de los rosarinos, Tiro Federal fue el que logró poner esas sensaciones a flor de piel. Precisamente por ser tratarse de un equipo sin una gran masa de fieles seguidores todos se embanderaron detrás de este anhelo. El que llegó después de un largo sufrimiento. Ludueña vivió una mañana como hacía rato no se veía. Desde temprano el barrio de la zona oeste gozaba de una temperatura diferente al resto de la ciudad. El clamor de los casi tres mil hinchas que dijeron presente en el Fortín sirvieron para hacerle frente a la baja temperatura. El marco del encuentro ante Luján de Cuyo, pese a la televisación en directo de TyC Sports, fue emotivo.
Cuando el sol aún no había empezado a calentar, los alrededores de la cancha de Tiro ya presentaban un clima festivo. Al mejor estilo de un partido de primera, las esquinas fueron ganadas por los hinchas que coparon la parada flameando sus trapos. La cita lo ameritaba.
Con algo de cautela, pero con una gran cuota de fervor fueron consumidos los minutos previos. Estaban todos. Desde los optimistas que aventuraban que se trataría de un mero trámite hasta los optaron por no gastar a cuenta.
Minuto a minuto la platea oeste se fue poblando hasta casi llenarse, mientras enfrente se ubicaron los más ruidosos. Los que recibieron al equipo con una verdadera lluvia de serpentinas y algunos humos de color azul. Ese fue el preciso momento en que el flamante campeón pisó el terreno de juego. Fue el momento en el que los nervios comenzaron a dominar la situación. La hora de la verdad había llegado.
Más aún cuando después de un arranque apenas motivador, el equipo de Teglia comenzó a evidenciar algunos desacoples importantes, de los que no se pudo despojar hasta el pitazo final del árbitro Gustavo Di Tella.
El descanso sirvió para que los tres mil técnicos que estaban en Ludueña opinaran sobre el flojo desempeño del equipo, aunque hubo muchos que directamente optaron por el silencio, pese a que sus rostros hablaban por sí solos.
Y así encararon la última mitad. Con sufrimiento. Sufrimiento que se elevó a la enésima potencia cuando el tandilense marcó el penal de Misetich sobre Miranda y que González cambió por gol. Silencio sepulcral. El optimismo comenzaba a desvanecerse porque el equipo no reaccionaba. Y a esa altura todos querían el gol de Tiro no solamente para sellar el título, sino también para no estirar la angustia al tiempo suplementario. Ni hablar de ejecuciones desde el punto del penal.
Pero el desahogo llegó. Esta vez Di Tella pitó para Tiro y fue Guerra el encargado de hacer que las almas y otros atributos volvieran a sus lugares de origen.
El estadio volvió a encenderse y desde allí el aliento no cesó. Los jugadores aguantaban el resultado desde adentro y los hinchas colaboraban del otro lado del tejido.
El final fue el esperado. El empate le dio la derecha a Tiro y por eso mismo el plantel de Ludueña se fue tranquilo a los vestuarios. Cómo no iba a ser así si antes habían dado lo que toda Rosario había soñado. La vieja, querida y extrañada vuelta olímpica.


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