Bahía Blanca (enviado especial).- Bahía Blanca es una ciudad basquetbolística por excelencia. Respira, vive y disfruta del básquet de una manera muy particular, mucho antes incluso de la llegada de Emanuel Ginóbili a la NBA, un hijo dilecto de esta ciudad. Pero por estos tiempos se ha volcado a apoyar de manera contundente la permanencia de Olimpo en primera división. Paradójicamente, el aurinegro divide las mayores simpatías con Villa Mitre, aunque ambos pierden holgadamente en las preferencias con Boca y River, por ejemplo, un fenómeno bastante usual en una ciudad que en escasas ocasiones tuvo el privilegio de rozarse con equipos con mucha tradición en la máxima categoría. Y se hizo más notorio en el partido jugado ayer aquí, en el que muchos festejaron los goles millonarios y otros tantos los xeneizes. Al margen del apoyo que le entregan a Olimpo, es difícil encontrar en Bahía a hinchas excesivamente pasionales, como pueden ser la mayoría de los leprosos o canallas. Acá la mirada parece ser mucho más racional y práctica. Lo alientan desde el momento en que constituye la representación de una ciudad con 350.000 habitantes y desde lo determinante que resulta a sus intereses. "Ojalá que se quede en primera, porque como hay más movimiento todos podemos hacer siempre un manguito", justifica Enzo, un práctico taxista hincha de San Lorenzo, pero al que le tira mucho más Villa Mitre que Olimpo. No hay amores imposibles, aunque si adhesiones incondicionales. "Lo apoyo porque es un equipo de la ciudad, pero no soy fanático", argumenta Carlos, un mozo de una reconocida parrilla del centro. "En el Apertura, cuando estábamos haciendo una campaña bastante mala, nos alentaban y nos decían que no importaba porque en el Clausura íbamos a mejorar", cuenta Silvio Carrario, quien agrega que "en los últimos tres partidos de local en que no ganamos la gente nos despidió con aplausos, algo ilógico en nuestro medio". Y enseguida se pega el arquero Jorge Vivaldo, quien sostiene que "acá la gente disfruta del espectáculo, lo que te piden es que dejés todo. Es una ciudad atípica a lo que es la locura de fútbol argentino". El Flaco, para quien debe ser el lugar donde va más la familia a la cancha, considera que "es una buena plaza y habría que cuidarla". Debe ser por la calidez que reciben de la gente que todo el plantel está convencido de que Olimpo va a permanecer en la categoría. "Desde que llegamos acá, estamos trabajando para eso", dice el técnico Julio César Falcioni, un tipo reconocido como parco y extremadamente serio, pero que en el mano a mano con Ovacion mostró una imagen distinta. "No tengo dudas de que nos salvamos, lo decía en la primera rueda cuando hicimos una campaña muy mala, imaginate ahora", remata el Flaco Vivaldo, una de las figuras de este equipo. El fútbol ya no pasa por el costado para Bahía. La pasión por el básquet, mayor aún con Ginóbili a punto de comenzar a disputar con los Spurs la final de la NBA, le deja un resquicio al fútbol. La ciudad palpita la realidad de Olimpo y empuja desde sus ganas de seguir disfrutando de las vivencias que le toca vivir. Carrario y Castillo, a las piñas La buena convivencia de un grupo de trabajo es decisiva para alcanzar cualquier objetivo. Olimpo tiene como meta permanecer en primera y para lograr eso todos tiene que tirar del mismo carro. Sin embargo, esta semana surgieron algunos roces entre Silvio Carrario y Cristián Castillo, presumiblemente por celos profesionales, según acotan algunas fuentes cercanas al plantel. Es que desde la llegada de Castillo, el Twity mantuvo el protagonismo pero se opacó su popularidad en esta ciudad. Por eso si bien no son amigos la relación entre ellos era correcta. Hasta el jueves. Es que en el entrenamiento de ese día, ni bien arrancó Carrario encaró a un defensor y la perdió y Castillo le recriminó que no se la dio pese a que estaba solo. Entonces sin mediar palabra ni explicación alguna, Silvio se le fue encima y le tiró varios golpes de puños, algunos de los cuales según testigos alcanzaron al ex delantero de Colón y River. Al día siguiente, sin embargo, el Twity se sentó a tomar un café con Castillo y parece que limaron asperezas. Aunque en el seno del plantel sostienen que las diferencias pueden disimularse pero que van a seguir existiendo.
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