Año CXXXVI
 Nº 49.850
Rosario,
viernes  23 de
mayo de 2003
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Amor en el tecnomundo

Orlando Verna / La Capital

Escenario
"Matrix recargado" viene a dejar definitivamente en desuso el paradigma del impacto de las nuevas tecnologías de información sobre la Tierra. Ellas no fueron gestadas en el espacio exterior. Fueron pensadas, reproducidas y son utilizadas por los hombres contemporáneos conformando la llamada tecno o cybercultura. Y en ella misma se encuentra la respuesta al mayor de los interrogantes expuestos por los hermanos Wachowski: ¿por qué (nacemos, o mejor, de dónde venimos y hacia dónde vamos?). Una pregunta que se extiende hasta lo más profundo de la filosofía y que, en este caso, se contesta, desde la religión y, por sobre todo, desde la ciencia. La religión explica la fe de Morfeo en la Profecía de la llegada del Mesías que salvará a Zión del ataque de las máquinas. Pero la ciencia, inspirada en la Teoría Matemática de la Información, sugiere una respuesta que, paradójicamente, termina apelando a los sentimientos, nada más alejado de la racionalidad científica. En esta segunda parte y en busca de la Fuente (de toda vida), Neo entra en el corazón de Matrix y tiene una esclarecedora conversación con el Arquitecto de esta intrincada trama digital. Es una secuencia-anzuelo que le ofrece al espectador la punta de un enredado ovillo que terminará de desatarse en "Matrix revoluciones", el filme que completará la tríada. Allí el hombre de blanco teoriza sobre la compleja relación que une a los hombres y las computadoras. Estas poseen un lenguaje binario matemático que consigue reducir la posibilidad de error a una elección entre dos dígitos: 0 y 1. Pero si eso fuera verdad no existirían los imponderables. Aunque la omnipotencia de esa abstracción mecanicista que pretende resolver la vida entera con una simple ecuación matemática se encuentra inexorablemente con su creador y peor enemigo: el hombre. De este modo, el mundo casi perfecto de las redes telemáticas choca de frente con, quizás, los dos mayores fuentes de poder y vida, dos sentimientos que las máquinas nunca pudieron copiar ni recrear. Porque sólo con amor y esperanza se consigue mirar al futuro con la frente alta (y un par de anteojos oscuros), con o sin computadoras.


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