Año CXXXVI
 Nº 49.850
Rosario,
viernes  23 de
mayo de 2003
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Un paso adelante en la ciencia ficción
"Matrix recargado" ofrece suficientes novedades en un filme con estilo
La película se atreve a bordear el ridículo en busca de la originalidad y logra salir airosa de la prueba

Fernando Toloza / La Capital

Es un avión, es un pato o es Superman? No, es Neo, el mesías de "Matrix" que en la segunda parte de la saga vuela y a velocidades que harían temer al hoy poco tenido en cuenta Concorde. Lo mejor de la continuación de la saga dirigida por los hermanos Wachowski es que los directores parecen no temerle a casi nada. Una vez que se han embarcado en algo siguen adelante, sin quedarse a mitad de camino. La fortuna los recompensa porque evitan el ridículo, aunque cada tanto lo bordean en forma peligrosa. Y además de la acción, que en general, no decepciona, tiene toques de humor, trabajados con habilidad en el medio de alguna situación de tensión.
"Matrix recargado" empieza con Neo, aunque, en principio, las imágenes parezcan mostrar otro cosa. Neo tiene algunos sueños de carácter premonitorio que lo enfrentan, Freud agradecido, con sus peores temores: perder a la mujer que ama y llegar a la fuente de Matrix, a la punta del ovillo.
Listo para vestirse como un sacerdote católico con lentes negros, Neo entra en acción conscientemente en una situación doméstica, al despertar en la cama junto a Trinity. Después se lo ve en la nave de Morfeo, la Nabucodonosor, camino a la aún desconocida ciudad de Zión.
Aunque había algunas pistas, uno de los grandes misterios de "Matrix" era la ciudad de Zión. ¿Cómo sería? ¿Adónde estaba? Pues bien, quienes hayan visto "Atlantis", el dibujo animado protagonizado por el arqueólogo debilucho Milo, sentirán que Zión se parece un poco al reino perdido de la princesa Kida.
El filme ofrece en Zión un poco de tranquilidad y se nutre de una fuente clásica al mostrar la vida cotidiana de los guerreros antes de la batalla. Amor, familia y odios personales circulan durante la estadía de Neo, Morfeo y Trinity en la ciudad, y los Wachowski aprovechan para montar una rave donde, para reforzar la cuestión de ritmo musical y libertad expresiva, casi todos los cuerpos y rostros que se ven son de raza negra, con excepción de Neo y Trinity que hacen el amor mostrando las cicatrices, como botones, que les han quedado después de los años que durmieron en Matrix.
En esa escena el filme plantea dos de sus ideas rectoras: la primera es que los hombres se diferencian de las máquinas, y pueden vencerlas, porque conocen el placer. La segunda es la tolerancia que propone Morfeo, cuando dice que él sigue una religión que no hace que odie o desprecie a quien no piensa como él.
Los directores plantean en Zión un mundo donde se mezclan la cultura hindú, el sistema del Senado de la Antigua Roma, algo de "Viaje al fondo del mar", las películas de psicópatas y algunas cosas más. Todo con un toque de ligereza que permite la convivencia de esas estéticas sin grandes problemas.
Matrix tiene a Zión al borde del colapso y esa es la razón por la que Neo y sus compañeros vuelven a la gigantesca computadora. Sólo allí, creen, encontrarán la forma de salvar a la ciudad y a lo que queda de la especie humana.
Entre las contrariedades que surgirán a su paso se cuenta el agente Smith. En la parte uno era un programa antivirus. Ahora se ha vuelto un rebelde con causa y ejército propios. La causa es aniquilar a Neo y el ejército lo consigue copiándose, como un programa, en cualquier ser humano (según Matrix, nada más que otro programa) que se le cruce en el camino.
Neo se enfrenta a una legión de Smith en una de las grandes peleas que contiene la película. El despliegue consigue mantener la atención y asimila la pelea a la danza, quitándole bastante de ferocidad en un sentido directo, asimilando la violencia a un juego.
Más que las batallas, la escena que se diferencia es la que protagonizan Morfeo, Trinity y el Cerrajero, un personaje inspirado en un el mundo de "Alicia en el país de las maravillas", con su mismo toque de filosofía del "non sense", aunque recargado con un latigillo bastante insoportable acerca de la inevitabilidad del destino, del "uno está aquí para lo que tiene que hacer". Una pesadez palabrera, pero cierta si se piensa que el que habla lo hace desde la conciencia de ser, antes que un hombre, un programa de computación.
La sexy Monica Belluci está desperdiciada, a no ser que vuelva en la tercera parte. Practica, junto a su marido, un vampirismo que pone el acento sobre la sexualidad, aunque apenas con un casto beso y con una alusión irónica a una felatio. Son Perséfone y Merovingio. El se luce insultando en francés y aclarando que le gusta hacerlo en ese idioma porque "es como limpiarse el culo con seda", dice, en un parlamento realmente inspirado, donde más allá de alguna grosería graciosa, el personaje se roba los pocos minutos en los que aparece, como un verdadero villano digno de volver en las tres, aunque los avances que se muestran al final de la película dos no lo muestren.



Reeves es nuevamente Neo y muestra sus habilidades.
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