Año CXXXVI
 Nº 49.850
Rosario,
viernes  23 de
mayo de 2003
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Condenan a un comisario que baleó a un chico para acallarlo
El policía se molestó porque el menor charlaba con unos amigos frente a su casa

María Laura Cicerchia / La Capital

Hernán tenía 15 años cuando una bala entró en su cabeza. El proyectil le atravesó de lado a lado el cerebro y le causó gravísimas lesiones neurológicas. Durante mucho tiempo no pudo hablar ni deglutir alimento alguno. Hoy está prácticamente recuperado, aunque persisten algunas complicaciones en su habla que le impiden terminar el noveno año que cursó hasta el 14 de octubre de 2000, cuando un sargento de su barrio intentó silenciar de un tiro la conversación que él y dos amigos mantenían frente a la puerta de su casa. El disparo, dirigido al piso, rebotó y dio en el cráneo del adolescente. El policía quedó detenido y ahora cumple en prisión la condena a cuatro años y seis meses de cárcel que le impuso un juez penal.
El imputado es el sargento Aníbal Ricardo Núñez. El juez de Sentencia Nº 2, Antonio Ramos, le impuso una condena de cumplimiento efectivo por las gravísimas lesiones que le causó a Hernán Riquelme frente a su casa de Presidente Quintana al 3800. Esa pena fue elevada a 5 años porque el oficial tenía una sentencia previa del año 1998, a un año de prisión condicional y 6 de inhabilitación para conducir por un accidente.
En el fallo, que todavía no está firme porque fue apelado ante la Cámara Penal, el juez también hizo lugar a la demanda civil que presentaron los familiares del chico. Reclaman que el Estado les reconozca los 3 mil pesos que gastaron en su rehabilitación.

Una noche trágica
"Lo que a él le pasó me cambió la vida. Nunca más va a ser lo mismo". Mercedes Suárez, la madre del adolescente herido, no puede olvidar lo que ocurrió esa noche cuando Hernán estaba en la vereda con dos amigos de 14 y 16 años. "Estábamos charlando cuando sentimos que se abría el portón", contaron Héctor y Ezequiel. La reacción de los dos chicos fue inmediata: salieron corriendo porque sabían que el oficial había amenazado a otros menores del barrio. Pero Hernán se fue caminando y por eso lo alcanzó el disparo.
El policía tiró a la calle con su arma reglamentaria. La bala impactó en la tierra, se deformó y salió despedida hacia arriba. Ingresó detrás del oído izquierdo de Hernán, que estaba a unos 14 metros del tirador. El mismo Núñez llamó a una ambulancia y al Comando Radioeléctrico. Entregó su arma, quedó detenido y dijo que había querido intimidar a los menores porque esa noche retumbaron dos piedrazos en el techo de chapa de su casa. Luego, en una explicación más técnica, dijo que tiró al piso porque había llovido. Como la tierra estaba mojada pensó que la bala se estancaría en el barro. Y, según dijo, interpretó que un disparo al aire sería más peligroso por la velocidad de la ojiva al caer.
El proyectil tuvo una escasa penetración en el cráneo del chico, pero no fue extraído por los elevados riesgos de una cirugía. Aún permanece allí en forma móvil. El chico tuvo severos trastornos para deglutir y retener saliva. Debieron alimentarlo por sonda hasta que recuperó la capacidad de masticar. Según un examen médico, en marzo de 2000 la lesión le había causado un déficit intelectual leve y una incapacidad de un 60 %.
El principal punto de discusión durante el proceso penal fue la calificación legal del ataque. En principio fue considerado una tentativa de homicidio, pero luego una pericia balística constató que el disparo fue indirecto y que existió un efecto rebote. Para el juez Ramos, el policía cometió un delito por dolo eventual. Es decir que no tuvo la intención de lesionar pero se representó las consecuencias de su conducta y no le importaron.



Los padres de Hernán luchan por la salud de su hijo.
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