El agua se está yendo de su casa y Miguel Angel Solís se prepara para abandonar el cementerio municipal donde se refugió de la inundación y retornar a su hogar, dispuesto a afrontar la cruda realidad que le aguarda. La Capital lo encontró atareado en la mudanza. "Estoy acá junto a mis dos hermanastras", cuenta el joven Solís. Rubio pintón, no corre riesgos de que lo descubra una agencia de modelos. Con sus ojos claros y su dentadura resplandeciente y perfecta, Miguel Angel es ciruja y los veinte años que representa son el engaño estético con que la pobreza viste a sus víctimas: apenas tiene 14. Sobre un carro para trasladar féretros ha amontonado colchones, una cocina, un lavarropas y otros enseres. "Me tengo que ir porque quiero cirujear y ver si consigo algunos cartones". "No, no voy a pedir nada. Eso es dar lástima. Me acerqué a una escuela donde daban comida y cuando llegó un camión la gente se tiró encima desesperada. Yo me fui...".
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