Jorge Sansó de la Madrid / La Capital
La de Aarón Pedro Ayala es una historia de miseria extrema y de fe inquebrantable, salida de esa misma nada que rodea a su existencia. Manso, a sus 24 años parece vencido allí adonde la inundación insólitamente lo arrojó: en una de las galerías de nichos del cementerio municipal donde con sus escasas pertenencias reside desde hace una semana. Es que Aarón es una víctima anónima. Su rancho estaba ubicado a orillas del río Salado, detrás de la necrópolis, y fue de los primeros en ser arrasado cuando la tragedia aún no había ganado en celebridad mediática. "Primero nos fuimos con mi mamá a la capilla de la monjita, pero después allí también nos corrió el agua", dijo para guardar de inmediato un silencio doliente. Es el menor de ocho hermanos y de una familia desgarrada por la adversidad y la disgregación. "Mi padre murió hace algunos años. Se emborrachaba mucho. Mi mamá y mis hermanos también toman. No, yo no tomo, ni fumo... ya sé lo que el vicio le hizo a mi familia y yo quiero algo mejor para mí". Los ojos de Aarón ahora brillan más, se diría con esperanza. Y tiene motivos que él mismo cuenta a La Capital. A los pocos días de haberse alojado en la capillita del barrio debió emprender un nuevo rumbo. Otra vez el agua lo declaró intruso. No tuvo más remedio que recurrir al único lugar posible que alguien le sugirió: el cementerio municipal, al que llegó arrastrando la totalidad de sus posesiones, un colchón, una frazada, un anafe y un pequeñísimo armario de madera. También se llevó la yerba y el azúcar, "porque yo -enfatiza- con un poco de mate me las arreglo. Si tengo un pan, mejor, pero ya con yerba me siento tranquilo", dijo y cuenta sin dramatizar lo que fue su durísima vida: "Desde muy chico cuando mis padres se emborrachaban me fui, vivía en las cavas, dormía en una heladera abandonada en un basural tapado con un nylon y vendía cartones, pero nunca robé. Así, cirujeando pude construir un ranchito y llevé a mi madre a vivir conmigo". Olvidado de todos y casi ajeno al drama que afuera azoraba al mundo porque no tiene radio ni televisión, Ayala se alimenta de mate dulce "y los animales que mató el agua, como algunas gallinas" que trajeron otros que después de él se refugiaron entre los nichos del cementerio. Una veintena de personas compartieron el lugar, entre ellos varios chicos, muchos ya se han ido y otros piensan hacerlo pronto. Aarón no. El sabe que tiene que esperar hasta el final para recuperar esa margen del río que era su hogar antes del desborde. ¿Cómo es vivir entre los muertos? "Y... no sé, las primeras noches me daba escalofríos. El viento movía las flores y hacían ruido al raspar sobre las lápidas y entonces me despertaba. Pero no quería pensar, cerraba los ojos y rezaba. Ahora ya me acostumbré. Ya reconozco el aletear o el gorgeo nocturno de las palomas que las primeras noches me hacían saltar y temblar". Sí, en esos momentos de miedo psicológico, Aarón pensó más de una vez en irse a pasar la noche a otro lado. Una familia con chicos que también vivió unos días entre las tumbas no aguantó y durante el tiempo que estuvieron en el cementerio, cuando caía la noche se iban a dormir apretujados en la cabina de una vieja camioneta que tenían estacionada en la calle. En cambio, Aarón encontraba siempre la misma respuesta para su temor nocturno, porque no tenía adonde ir y no le queda otra alternativa que rezar. "Dios me acompaña, por eso tengo fe", dijo. "Cuando se sufre como yo". Se interrumpe, ahora con los ojos llenos de lágrimas, pero no se quiebra. Se recompone y mira fijo. "Yo he avanzado, tengo motivos para la esperanza. Antes vivía en un basural y pude tener mi ranchito. Ahí cocinaba haciendo fuego en el suelo pero después me pude comprar en cuotas una cocina a gas". Ayala acepta posar ante su anafe, signo de su evolución patrimonial y social, allí donde nadie le da nada, allí donde de noche lo acompañan los muertos. "No me he atrevido a mirar los nombres, pero sé que están ahí. Fíjese, mi colchón en el suelo está apoyado sobre ese nicho. Es como si durmiera con su dueño más acompañado de lo que nunca estuve". Cuando se vayan las aguas y vuelva a su rancho las cosas no serán muy diferentes para él. J.S.D.L.M.
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