"Yo soy hombre de una sola palabra. A mí me podrán decir que el fallo ya salió, que no hubo premeditación ni alevosía. Pero yo soy policía desde hace 30 años, conozco algo del tema y se que acá estuvo todo armado. Yo contra la familia del pibe que mató a mi hijo no tengo nada, pero a él no lo perdono. Si la hizo la paga y si me lo cruzo lo mato". Félix Natalio Pagani vive junto a su esposa y sus tres hijas menores en una de las once casas que se levantan junto a la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, donde su mujer trabaja como enfermera y donde su hijo mayor, Pablo, estudiaba para ser auxiliar de enfermería hasta que el cuchillo empuñado por Sebastián García terminó con su vida. El hombre llora y señala la foto de su hijo. "Podés preguntar en cualquier lado quién y cómo era. No te voy a decir que era un santo, era un pibe como cualquiera de su edad y tenía muchos huevos. Por eso se habrá peleado a veces con alguien. Pero jamás anduvo con armas como dijeron un par de testigos que ahora tienen miedo de salir de sus casas" dijo este suboficial mayor que cumple funciones en la seccional de Estación Díaz, a unos 30 kilómetros de Maciel. "Aquella noche —refiere Pagani al día del crimen— comió con nosotros, se levantó de la silla, me saludó y se fue. No lo volví a ver más", dice y llora sin disimular. Conocedor del fallo que condenó a García, el hombre cuenta que "para los jueces esto puede ser un asunto terminado, pero a mi nadie me saca de la cabeza que aquí hubo premeditación y alevosía. El animal ese lo esperó atrás de un auto con el cuchillo en la mano. Fue a matarlo", dijo. "A mi hijo le quitó la vida y a mí me destruyó. Por eso yo tengo una sola cosa clarita", concluye mientras señala la escopeta parada junto al modular de su casa en el que hay varias fotos de Pablo.
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