Alrededor de las 11.05 de la mañana. Mariano Zabaleta desandaba con autoridad y sin mayores sobresaltos su partido frente al ruso Mikhail Youzhny cuando una ovación absolutamente fuera de contexto se apoderó del Monumentalito. No se trataba del punto decisivo ni del tanto de la clasificación para las semifinales del que ya había transcurrido casi un día. Ni siquiera de un acierto de esos impecables que suele ofrecer el tandilense con su característico tenis en cuentagotas pero de calidad. Las miradas en la tribuna buscaban una explicación. Mariano miró inmediatamente a Luza buscando alguna respuesta medianamente lógica. Ni hablar de los rusos. Youzhny se quedó quieto de repente. Shamil Tarpischev, el capitán del equipo europeo, casi se descogota por la manera en la que giró su cuello para ver de qué se trataba. Los argentinos entendieron rápido. Los rusos demoraron hasta que alguien le explicó a Marat Safin en español qué pasaba y el número uno del equipo europeo se los explicó a sus camaradas. ¿Qué pasó? Gol de River en Córdoba, viejo. Pereyra acababa de estampar el 1 a 0 en el estadio Olímpico de La Docta frente a Talleres y en la casa de los millonarios a nadie le importó un pepino el contexto, los protagonistas, el silencio que suele acompañar a cada punto del juego... Nada. La ceremonia se repitió con el gol de Coudet y con el tercero de D'Alessandro. Pero por entonces, el partido de Zabaleta era historia y Gaudio empezaba a pelotear con Davydenko. Para un equipo de tenistas amantes del fútbol no hay nada mejor que un clima futbolero. Los rusos entendieron, pero jamás podrán internalizarlo. Son cuestiones que sólo les pertenecen a los corazones latinos.
| |