Año CXXXVI
 Nº 49.798
Rosario,
lunes  31 de
marzo de 2003
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El final menos deseado con piedras y suspensión
El partido se terminó antes por incidentes entre las hinchadas

Rodolfo Montes / Ovación

Fue el final menos deseado para los hinchas de Central. No sólo porque volvieron a Rosario con la ilusión hecha añicos sino porque el enorme clima de fiesta que se vivió en la popular que ocuparon en el estadio José Amalfitani se trastocó por otro muy distinto, de hostilidad e intercambio de proyectiles con los plateístas locales, que al final terminó propiciando el final del partido dos minutos antes del tiempo reglamentario, lo cual puede suponer algún tipo de sanción.
Todo venía relativamente bien hasta faltando 30 minutos. Con el encuentro ya totalmente definido desde hacía rato, comenzaron los primeros piedrazos que partieron desde la popular canalla hacia la platea baja norte ocupada por simpatizantes de Vélez. Antes, estos ya habían agotado los cánticos de cargada por la goleada que el equipo de Ischia le estaba asestando al de Russo y la reacción llegó.
Durante un largo tiempo volaron las piedras que fueron incrementándose de tamaño y los de Vélez las devolvían sin que la policía osara ponerse en el medio para separar a los revoltosos. De hecho, en la platea local hubo algunas cabezas rotas.
Pero todo se precipitó cuando desde la hinchada canalla arrojaron una poderosa bomba de estruendo que estalló en la mencionada platea, dejando sordos a muchos, especialmente a varios periodistas que estaban siguiendo las alternativas del encuentro desde ese sector.
En ese momento varios reporteros gráficos que también estaban cerca del lugar se acercaron a tomar fotos de la humareda que levantó la bomba y habían invadido el campo de juego, por lo que era evidente que el partido no podía seguir en esas condiciones.
Es más, el árbitro Horacio Elizondo no demoró demasiado en tomar la decisión de dar por terminado el partido, algo que aclaró especialmente cuando se retiró del Amalfitani. Es decir no suspendió el encuentro, lo terminó.
Esa decisión del juez terminó de exaltar a los jugadores auriazules, quienes le reclamaron todo el tiempo y también en esa acción, porque querían seguir el partido pese a que no podían dar vuelta la historia.
El final fue el menos deseado, no sólo por la derrota del equipo de Russo que lo sigue comprometiendo en el promedio sino porque esa inmensa hinchada que copó Liniers se retiró con angustia por culpa de unos pocos, los de siempre.



Una lluvia de piedras entre canallas y velezanos.
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