Año CXXXVI
 Nº 49.769
Rosario,
domingo  02 de
marzo de 2003
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Vivir con miedo. Roban carteras y billeteras. Actúan como una red organizada
En el centro patrulleros privados salen a la caza de punguistas y mecheras
Los comerciantes, cansados de esperar, decidieron contratar seguridad. Sufren los delitos y venden menos

Pablo R. Procopio / La Capital

Una treintena de dueños de negocios contrató guardia privada (con patrulleros incluidos) para custodiar el sector delimitado por San Juan, Santa Fe, Corrientes y Mitre. Es que temen que los robos callejeros terminen por reducir el flujo de clientes e incluso algunos de ellos acortaron el horario de atención.
El microcentro de Rosario también se ha convertido en una zona caliente. Los punguistas no paran de acosar a cualquier persona que pase por ese sector, especialmente a la gente mayor. Desde los locales dicen que formaron una banda sumamente hábil para los robos, que usa artimañas, se cambia de ropa en segundos para despistar, amenaza y, llamativamente, desaparece cuando se aproxima la policía. Aunque en realidad la presencia de los uniformados es casi imperceptible.
En las noches "trabajan los clásicos ladrones con revólveres", y de día "están los pungas", dijo un comerciante, quien pidió mantener absoluta reserva de su identidad. Estas "banditas" parecen ser un mal terminal para la continuidad económica de los negocios que están instalados en la zona. "Forman un grupo de unas 12 personas entre mecheras y rateritos, pero se mueven de a dos; "se tapan entre ellos, son una red, una mafia".
Luego de atacar a alguien, se cambian la remera para despistar a la víctima. "Pero nosotros ya los conocemos, no nos engañan", sostuvo el dueño de un bar. Jorge está alterado, se siente impotente porque ve actuar a los delincuentes con una libertad increíble. "Apenas cometen algún hecho, vuelven vestidos de otra manera, sin el botín, y todavía te miran", remató.
En general, se llevan billeteras, carteras y cadenas y se fugan corriendo velozmente. Así, la policía poco puede hacer, excepto "que esté patrullando siempre y controlando como se debe", subrayó Alicia, desde otra confitería.
Según los comerciantes, los uniformados sólo recorren la peatonal Córdoba. "Si hubiese más vigilancia, se evitarían los problemas".
Desde el viernes comenzó a funcionar en ese sector del centro una custodia privada, pagada por los fronteros de la zona donde hay una casa de cambio, hoteles, pilcherías, perfumerías y hasta una oficina comercial de la Empresa Provincial de la Energía. "Charlamos la posibilidad de contratarla y sin pensarlo dos veces decidimos hacerlo". La vigilancia está conformada por gente con uniforme y en automóvil.
"La necesito, antes cerraba a las 22 y ahora a las 20", apuntó Alicia. "Son dos horas menos por día; la situación está mala, pero tengo que proteger mi vida", sostuvo.
La bandita está integrada por personas jóvenes, incluso menores desde 8 años. Si bien a veces son detenidos, "a los 20 minutos vuelven a la calle", expresaron los vecinos.
Quienes viven o trabajan en el centro ya conocen a los punguistas. "Van y vienen todo el tiempo, a toda hora, temprano a la mañana y cuando oscurece". Según las denuncias, los robos ya empiezan a las 8 y no cesan hasta las 22. Carteras, cadenas, dinero de los bolsillo, son los artículos predilectos de los cacos que, además, se aprovechan de los viejitos. Los golpean con rudeza cuando muchos salen de cobrar sólo 150 pesos de jubilación. Sugestivamente, justo en ese momento la policía no está.
Por eso, son los comerciantes quienes deben intervenir para evitar los delitos. A principios de esta semana hubo una batalla campal en la esquina de Rioja y Entre Ríos. Junto con un grupo de transeúntes los fronteros golpearon a uno de los delincuentes de la banda que había robado a una mujer. Pero ahora los vendedores tienen miedo a las represalias. En rigor, algunos fueron amenazados. Es que "se mueven con impunidad y con la policía se tratan como amigos", advirtieron.
Si bien no pueden confirmar que exista connivencia con los agentes, para ellos resulta "muy sospechoso" que los ladrones por todos conocidos estén siempre sueltos.
Su accionar, como sus rostros, ya es conocido. Circulan de a dos, aunque uno marca a la persona que pretenden atacar. Se acerca y le saca la billetera que luego entrega a su compañero. Este último se va caminando y el primero empieza a correr para generar confusión en la víctima que seguramente lo perseguirá.
Las mecheras, en tanto, son mujeres que roban artículos expuestos dentro de los negocios. En general, de poco valor pero que terminan originando un perjuicio económico importante cuando los hechos se repiten "continuamente".
En horas de la noche, se suman los delincuentes armados. La zona tampoco es ajena a este tipo de ilícitos. Por ejemplo, un bar fue blanco de los choros tres veces en tres meses. "Una vez se metieron con el revólver, me apuntaron a la cabeza y me encerraron en el baño", indicó su dueña. El hecho ocurrió cuando la mujer quedó sola y estaba a punto de cerrar su local pasadas las 21.
La inseguridad habita en el pleno centro de Rosario desde hace meses, pero recrudeció "unos quince días atrás", coincidieron los vecinos. La ola de robos fue creciendo y en la comisaría 2ª no parecen advertirlo. "No hubo intentos de solución", añadieron.



Los comerciantes creen que la gente circula con temor.
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