En el centro de salud de la vecinal de Empalme Graneros el ingreso de heridos por arma blanca es constante. "Cada dos por tres, también entra alguien con su cabeza sangrando y hay muchas personas mayores que llegan todas raspadas porque las tiran al piso", asegura el presidente de esa entidad, Osvaldo Ortolani, quien está convencido de que en el barrio "no hay un solo vecino al que no hayan robado". Los pacientes de la guardia son en su mayoría víctimas de un mismo fenómeno: la inseguridad. Los delincuentes golpean, insultan y amenazan. Y en la populosa barriada no dan más. "Queremos vivir en paz", gritaron con fuerza el miércoles pasado cuando ganaron las calles para decir "basta". Es que allí, una verdadera ciudad de unas 35 mil personas (ver página 12) sabe que el barrio está rodeado de asentamientos y el peligro es constante. En Empalme, el temor es moneda corriente, como las rejas y las armas, listas tras los mostradores para ser usadas. "Es injusto que tengamos que estar luchando contra la inseguridad", se lamenta Fausto "Titín" Folch, un símbolo del barrio. Tiene 72 años y vivió "toda la vida" en Empalme, pero sabe que "el barrio humilde y de gente trabajadora" está cambiando. Ahora los comercios tienen rejas, los vendedores viven en alerta permanente y "cada dos por tres algún choro sale corriendo con una cartera robada". Las víctimas de la inseguridad en esa zona de Rosario son miles, pero para Ortolani "lo triste es que algunos vecinos ya empezaron a tomarlo como algo normal. Vienen y cuentan como si nada que les robaron la tercera bicicleta en pocos días. Están como abatidos", comenta. Y en el centro de salud de la vecinal muchos ingresan con pañuelos ensangrentados en las cabezas o con heridas de cuchillos. Les pegan porque no quieren soltar la cartera o la bicicleta, cuentan. Las historias se multiplican, al igual que los asentamientos irregulares que rodean a Empalme. Los taxistas saben que allí hay pasillos en los que "no entra ni la policía". Ellos ya tienen sectores directamente vedados. Como Gorriti al 5600, donde según un tachero "si entrás, no salís". Por ahora, la manifestación del miércoles pasado consiguió una promesa: instalarán un destacamento policial y enviarán dos patrulleros y dos motos para custodiar la zona. Tan sólo un bálsamo para apagar la bronca de unas 35 mil personas del noroeste.
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