Un paisaje de butacas arrancadas de sus sitios, un desbande de bolsos, un techo de chapa hundido en el fondo de un zanjón, un tramo de pasto salpicado de manchas bermejas. Esas imágenes de espanto y tristeza infinita fueron provocadas por el desbarrancamiento de un micro con 46 pasajeros en una hondonada seca, en el final de la autopista Rosario-Córdoba. Murieron diez personas, seis mujeres y cuatro hombres. Al menos 26 resultaron hospitalizadas, tres de las cuales se encontraban anoche internadas en grave estado. Lo que desató tal drama, según testimonios e impresiones policiales, fue un error de conducción. El chofer fue uno de los muertos. El accidente fue ayer a la madrugada, a las 2.55, en un acceso de la autopista a la ruta A-012, a unos 3 mil metros de Roldán. Involucró a un micro de dos pisos de la empresa "El Práctico", el viernes a las 22 había salido de Retiro, en Capital Federal, con destino final a la ciudad cordobesa de San Francisco. A las 2 de ayer había parado 10 minutos en la terminal rosarina. La carretera a Córdoba termina actualmente a 500 metros del mojón del kilómetro 314. A partir de allí hay un par de bajadas obligatorias hacia la ruta A-012, que atraviesan la autopista por abajo, a unos cinco metros bajo nivel. El micro sobrepasó la primera bajada, por donde debió haber girado para seguir su camino. El chofer se topó de golpe con la segunda, que es una curva semicircular aún más pronunciada, y dio un volantazo a tan alta velocidad que no pudo dominar el coche y enfilarlo hacia la salida a la A-012. Según contaron tres sobrevivientes a este diario, el ómnibus viajaba a entre 80 y 100 kilómetros por hora. "No vio la curva y cuando se metió iba demasiado rápido para doblar bien", dijo uno de los viajeros a La Capital. Una huella casi recta de 40 metros de frenada marcaba el curvón desde el inicio hasta la parte del guardarrail que el micro, lanzado a esa velocidad, saltó casi sin tocar. Cayó a unos cinco metros de profundidad y, tras dar una vuelta completa, se encajonó en un zanjón, volcado sobre el costado izquierdo, con las ruedas inclinadas 45 grados hacia arriba. El vaivén del micro y el golpe final fueron, por el relato de los sobrevivientes, impresionantes. El techo se desprendió de cuajo y se precipitó al fondo de la hondonada. Los pasajeros quedaron de cabeza y a los del piso superior les cayó de canto el parante superior de la carrocería, como si fuera una guillotina. Los asientos de arriba volaron. La mayoría de las víctimas fatales viajaban allí. "Al principio se escuchó un silencio profundo. Luego empezaron a oirse gemidos y gritos de auxilio. Tuve un momento eterno de desesperación buscando a mi hija, que viajaba al lado mío, hasta que me dijo que estaba bien. Ni bien salí del micro vi cosas espantosas. Había una mujer llorando desesperada al lado de su hijito, al que ella creía muerto", contó Héctor Cravero, un odontólogo de 56 años de la ciudad de San Jorge. Julia, su hija de 16, permanecía a su lado, con hematomas en la cara, en silencio y sobresaltada. A las 3.15 de la mañana, veinte minutos después del accidente, empezaron a llegar las primeras dotaciones de bomberos de diez localidades que trabajaron en el lugar. Los pasajeros recuerdan que hacía mucho frío y que se escuchaban exclamaciones en una oscuridad profunda, ya que no hay luz artificial. Los bomberos tuvieron que instalar torres de iluminación halógena antes de iniciar el rescate. Que fue un trabajo que llevó seis horas de esfuerzo y desaliento. "Fue muy conmovedor llegar y ver todo eso. Había gente apretada y lastimada que gritaba. Otra que había salido del micro por sus propios medios. Y por supuesto ya había muertos", indicó a La Capital Juan Carlos Fernández, jefe de los Bomberos Voluntarios de Roldán, que tuvo el apoyo de sus colegas de Rosario, Funes, Carcarañá, Zavalla, Villa Gobernador Gálvez, San Lorenzo, San Jerónimo, Totoras y Puerto San Martín. Usando herramientas neumáticas y malacates, los bomberos cortaron la carrocería para llegar hasta las personas. Una decena de ambulancias del SIES de Rosario y de empresas privadas llevaron a los heridos hacia cuatro hospitales. A las 9.15 de la mañana una grúa consiguió mover la carrocería del fondo del zanjón. A esa hora algunos sobrevivientes, que habían sido trasladados hacia la Casa de la Cultura de Roldán, habían retornado y merodeaban por el lugar como sonámbulos. David González, un chico porteño del barrio de Congreso, de 17 años, miraba abstraído la hilera de butacas intactas donde seis horas antes iba viajando. "Fue impresionante la velocidad a la que tomó la curva. No terminaba más de dar vueltas al caer. Cuando paró yo quedé cabeza abajo, rompí una ventana y salí", contó. Aunque del piso inferior sacaron gente sin vida, David repetía: "Lo más horrible fue arriba". Héctor Cravero expresaba con palabras muy vivas su memoria del accidente. "Era una sensación interminable de dar vueltas en el vacío y sin equilibrio. Un ruido infernal de cosas que se rompen, gente que grita, olor a gasoil, todo en absoluta oscuridad y frío. Las cosas se habían perdido y nadie hallaba un celular para pedir auxilio. Tratábamos de detener a automovilistas que no paraban. Era espantoso". El chofer que iba manejando era rosarino. Se llamaba Marcelo Ricci, tenía 43 años y trabajaba hacía quince en la empresa "El Práctico". Su compañero de servicio, Hugo Dirrosa, de 54, fue trasladado ayer al mediodía a su casa de Capitán Bermúdez, con un golpe en la cadera y otro en la cabeza. La policía informó que un gerente zonal de la compañía se aproximó temprano al lugar del accidente. Pero no ofrecieron movilidad para llevar a sus destinos finales a los sobrevivientes. Producción periodística: Hernán Lascano, María Laura Cicerchia y Paola Irurtia.
| |