Hace menos de un año, en Ayacucho al 6500, los chicos no podían llegar a la escuela un día de lluvia porque las calles del barrio eran intransitables. Pero hoy la tarea que llevan adelante ex piqueteros y desocupados del centro comunitario permitió colocar en los pasillos de villa Magnano losetas que ellos mismos producen tras reciclar escombros. "Que la CTA, CCC y FTV se dejen de tanta ideología y muestren pequeñas soluciones al pueblo sobre cómo se puede salir al frente", advirtió el titular de la entidad y ex piquetero, Adrián Archento. Y aconsejó: "Que dejen de engolosinar a la gente y se aboquen a la producción propia".
"Queremos conformar una cooperativa pero como carecemos de personería jurídica, ni siquiera podemos pedir ayuda para comprar el portland y la arena", reveló Archento. Su proyecto apunta a mejorar todas las veredas del barrio, y para eso busca la participación de los vecinos.
En el Centro Comunitario Magnano, ubicado en Lozzia 6550, se hace de todo un poco. Se les da la copa de leche a unos 300 pibes de la villa, mientras que 40 jefes de hogar cultivan una huerta orgánica, producen humus, abono ecológico, compostaje y lombricultura.
"Al principio vinieron 140 desocupados que reciben un plan, pero quedaron 40 porque el resto sólo charlaba y acá lo que se necesita es laburar", explicó Archento a La Capital mientras volcaba escombros sobre los moldes de madera.
La experiencia piloto comenzó hace ocho meses cuando, por pedido del centro comunitario, la Municipalidad les acercó camiones con escombros y residuos inertes. "Lo tiran acá en el frente, nosotros lo picamos con martillos y luego rellenamos con arena y portland para hacer la loseta", prosiguió el vecinalista. El trabajo de las seis personas involucradas resulta artesanal. A tal punto, que cada loseta lleva adentro alambres que fueron desmontados de cajones y estructuras de metal que cirujearon en el basural de Alvear.
Pasillos pero con pisos
De los nueve pasillos que circundan al local de Lozzia 6550 ya se mejoraron tres con unas 50 losetas colocadas en cada uno de ellos. "Antes, los pibes no podían cruzar para ir a la escuela, al menos con esto llegan a clase y asisten al comedor escolar", relataron los vecinos, orgullosos de su tarea.
Pero no todos colaboran con el bien común. A varios trechos de los pasillos les faltan las losetas porque se las robaron. "No quedó otra que tirarles un poco de escombro fino; pero si conseguimos un poco de cemento, las afirmamos a la tierra y no las sacan más", advirtió Archento.
Para ello, el microemprendimiento necesita del apoyo estatal. Y en la cooperativa sacan cálculos. "Un metro cúbico de arena sale 12 pesos y si la idea es armar una cooperativa vamos a necesitar algo de ayuda para los materiales, pero como no tenemos personería jurídica muchas veces los funcionarios nos ignoran", lamentan. El pedido es sólo para empezar. "Queremos llegar al momento en que no dependamos de nadie", aseguró el titular de la entidad.
Sobre unos armarios, están acopiados varios recipientes con semillas propias de la huerta orgánica: albahaca, orégano, lechuga, puerro, hinojo y chaucha, entre otras.
A pocos metros se asoma una pared inconclusa. "Allí tenemos pensado ampliar la copa de leche y estamos peleando por el comedor comunitario", agrega una integrante de la organización.
Para el inicio del año escolar, el centro comunitario tiene otro proyecto: vender el papel de diario que acerquen los vecinos para comprarles zapatillas y guardapolvos a los chicos del barrio. Para ello, también se propuso comercializar en la zona lo producido en la huerta orgánica.
Y el objetivo también es sumar vecinos. "No entiendo cómo muchos padres no hacen nada por sus hijos más que mandarlos a tomar la copa de leche cuando vienen los funcionarios y les regalan semillas para sembrar el fondo de la casa", remató Archento.