Una técnica llamada "toma de huellas digitales del cerebro", que busca investigar si un sospechoso tiene algún conocimiento específico de un crimen, podría convertirse en un arma poderosa para la seguridad nacional, dijo su inventor. Lawrence Farwell, un científico especializado en neurología que estudió en Harvard, fundó la empresa Brain Fingerprinting Laboratories hace 12 años y dirige su compañía desde Fairfield, un pueblo en el Estado norteamericano de Iowa. El científico piensa que la técnica podría convertirse en una gran herramienta para las fuerzas de seguridad y las tareas de inteligencia. "Desde una perspectiva científica, definitivamente podemos decir que la toma de huellas digitales del cerebro podría tener beneficios sustanciales para identificar terroristas o para exonerar a personas acusadas de ser terroristas", dijo Farwell. Pero primero, la polémica técnica, que ha tenido algún éxito, debe superar el escepticismo de expertos que se rehusan a aceptarla. La toma de huellas digitales del cerebro funciona a través de la medición y el análisis de picos de actividad eléctrica que ocurren en una fracción de segundo cuando el cerebro responde a algo que reconoce. Por ejemplo, si al sospechoso de un asesinato se le muestra un detalle de la escena del crimen que sólo él conoce, su cerebro registraría involuntariamente ese conocimiento. En el sistema de Farwell, la actividad del cerebro se registra a través de electrodos que se ponen en la cabeza del sospechoso y sus ondas se miden con un electroencefalógrafo. Una persona que nunca hubiera visto la escena del crimen no mostraría ninguna reacción. La contribución de Farwell consistió en desarrollar algo que él llama el Mermer (siglas en inglés de respuesta electroencefalográfica multifacética relacionada con memoria y codificación), que mide el patrón de la respuesta del cerebro hasta 1.200 milisegundos después de que se administró el estímulo. "No hay evidencia de que uno pueda determinar las malas intenciones, o cualquier cosa, a partir de las huellas digitales del cerebro. Es la versión del siglo XXI del detector de mentiras, que tampoco funciona muy bien", dijo Barry Steinhardt, quien dirige un programa de tecnología de la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos. Al igual que ocurre con las pruebas con los detectores de mentiras, la técnica requiere la cooperación del sujeto. Un sospechoso simplemente podría rehusarse a cooperar, cerrando los ojos y negándose a mirar la información que le ponen en la pantalla que tiene enfrente. Si la técnica fuera aceptada los jueces todavía tendrían que decidir si aceptan como pruebas a los resultados de la toma de huellas digitales cerebrales. (Reuters)
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