Jan Uwe Ronneburger
Buenos Aires/La Paz. - El presidente conservador boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada tuvo que dar marcha atrás en la aplicación de las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) para reducir el déficit fiscal. Sumido en el caos de la violencia, no sólo abandonó la sede del gobierno por la puerta trasera, sino que anuló las medidas de impuesto al salario que había anunciado. Las recetas del FMI se vuelven cada vez más difíciles de aplicar en Sudamérica. Mientras Argentina sigue ampliamente alejada del mundo de las finanzas internacionales y discute la re-estatización de áreas centrales de la economía, Sánchez de Lozada, que asumió hace apenas seis meses, se vio obligado a retirar el proyecto del Presupuesto General de la Nación (PGN) que contemplaba la aplicación de un impuesto de un 12,5 por ciento al salario. Al ser anunciada, la medida sumió a La Paz en una serie de enfrentamientos semejantes a una guerra civil, en los que soldados fuertemente armados chocaron con policías de élite frente al palacio de gobierno, en la céntrica Plaza Murillo. Entretanto, saqueadores aprovecharon el caos para robar en tiendas y oficinas públicas del centro de la ciudad. Con los bajísimos salarios existentes, el impuesto fue simplemente inaceptable para la población. Hasta las asociaciones de empresarios señalaron que no es posible seguir los "dictados" del FMI, pues la economía, muy debilitada, se vería ahogada por los nuevos impuestos. Sánchez de Lozada intentó tranquilizar a la población y dijo en tono suave por televisión que no había motivo para los disturbios. A su lado, se presentaron algo rígidos e inseguros los comandantes de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la oposición pensaba otra cosa y exigió la renuncia del presidente, a la vez que anunciaba medidas de presión, mientras sigue de forma paralela el ya difícil conflicto por las plantaciones de coca que Estados Unidos exige erradicar. En los últimos años, Bolivia ha logrado importantes avances en la lucha contra el narcotráfico. En el empobrecido país esta campaña produjo sin embargo pérdidas por aproximadamente 800 millones de dólares, equivalentes a un diez por ciento del Producto Interno Bruto. "Sería como si en Alemania desapareciera de golpe toda la industria automotriz", declaraba el año pasado el empresario de origen alemán Peter Bauer. Bolivia sigue siendo uno de los países más pobres del continente pese a las décadas de ayuda al desarrollo. El salario promedio es de unos 70 dólares al mes y el desempleo alcanza el 20 por ciento de la población. El déficit presupuestario asciende a 6,5 por ciento del PIB y la economía crece mucho más despacio que la población. Las consecuencias para los más pobres entre los pobres son tremendas. "Entre nosotros el 70 por ciento de los niños están desnutridos", denuncia el párroco Esperandio Ravasio en Villa Tunari, en la región del Chapare, una de las mayores productoras de coca. Allí, las recetas del FMI de ajustarse el cinturón parecen como procedentes de otro planeta. (DPA)
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