Llegó al juzgado sonriente, apoyado en su bastón y acompañado por una discreta guardia policial vestida de civil. Leyó la sentencia de 50 páginas y estampó su firma debajo del último párrafo. Estaba sereno y se limitó a anticipar que apelará la condena que le dictó el juez Julio César García. Después saludó a un par de familiares que lo esperaban en la puerta y se perdió en el ascensor que lo llevó otra vez al subsuelo de los Tribunales para conducirlo desde allí a Bell Ville, en Córdoba, donde espera un juicio por un crimen ocurrido en Marcos Juárez.
Aldo Alberto Juri ya está acostumbrado a éstos trámites. Es que, a sus 48 años, registra por lo menos dos condenas y también un par de absoluciones. La que conoció ayer fue la más severa: lo sentenciaron a 11 años de prisión por su participación en dos de los atracos más resonantes de la última década en Rosario y alrededores.
Según el fallo, Juri integraba la banda de unos 10 delincuentes que robó casi un millón de pesos en el Policlínico Pami II el 25 de junio de 1993. Fue un asalto espectacular por la cantidad de ladrones que participaron, el grado de organización del grupo (llegaron y se fueron en cuatro vehículos, y a pocas cuadras los dejaron y se separaron), las armas que utilizaron (una ametralladora con 39 cartuchos intactos, dos pistolas 9 milímetros y tres revólveres calibre 38) y el dinero que se llevaron.
También resultó sangriento y fue un gran fracaso: dos de los asaltantes murieron al enfrentarse con la policía y buena parte del botín fue recuperado horas después en el mismo sitio donde hallaron a Juri, un geriátrico que estaba en la calle Mazza 1064. La residencia de ancianos pertenecía a un sujeto de apellido Barquero que trabajaba desde hacía 10 años en el Pami y que hasta hoy no pudo ser apresado.
A la banda la integraban, entre otros, Jorge Guillermo Arredondo y Dámaso Carlos Herrera. El primero fue condenado por García en el mismo fallo a 8 años de prisión y Herrera figura en el expediente como prófugo porque en el juzgado nunca pudieron obtener su certificado de defunción. Murió en 1999, después de tirotearse con la policía tras otro atraco violento a la DGI, en Cochabamba al 1700.
Pero en la condena de 11 años contra Juri también entra otro robo resonante ocurrido en Cañada de Gómez el 19 de agosto de 1999. El caso quedó en la memoria colectiva por su desenlace ya que el cómplice de Juri murió al tumbar la camioneta robada en la que huía de la policía en un camino rural cerca de Zavalla. El sujeto salió despedido a través del parabrisas delantero al chocar contra un montículo de tierra y se desnucó.
Se trataba de un personaje tan conocido como el propio Juri. Era Mario Italo Burro Barbieri, un ladrón que, como el Turco, se destacaba por sus golpes resonantes pero también por sus códigos a la antigua: nunca se enfrentaba a la policía y jamás hirió a una víctima ya que sólo buscaba el botín y luego desaparecía.
Barbieri había sido condenado en 1993 a varios años de prisión como autor del atraco al estudio jurídico del abogado Mario García Eyrea. Mientras estaba preso en la Unidad III de Riccheri y Zeballos pasaba largas horas leyendo y se destacaba por su buena conducta.
Golpes famosos
Los socios ya se habían salvado en otro accidente mientras huían de la policía. Fue en Las Varillas, provincia de Córdoba, donde el auto en el que escapaban dio varios tumbos. Juri se lastimó una cadera y nunca pudo recuperarse del todo. Por eso ahora camina ayudándose con un bastón.
Fue por eso que descubrieron su participación en el robo de Cañada de Gómez. El y Barbieri fueron hasta un campo ubicado en el kilómetro 388 de la ruta 9, sorprendieron al dueño y un empleado, los apuntaron con un arma y cargaron en la Ford Ranger de la víctima un TV y un equipo de música, además de los 800 pesos que tenía el productor rural.
Juri no pudo disimular su renguera y además las víctimas lo reconocieron más tarde en un álbum de fotos. Así quedó claro que era el ladrón que se fue en el mismo auto en el que había llegado junto a su cómplice. El otro, en cambio, se subió a la camioneta y escapó por unos caminos de tierra hacia Casilda.
Fue una de las fugas más espectaculares de la que se tenga memoria en la zona. El dueño del campo llamó enseguida a un par de aviadores amigos y estos salieron a perseguir al Burro -así le decían a Barbieri- con esas avionetas (un Cessna y un Piper) que se usan en el campo para fumigar.
Resultó una persecución alocada. Mientras las naves le mostraban desde el aire a la policía por dónde huía Barbieri, la camioneta serpenteaba por caminos de tierra con la aparente intención de acercarse a Rosario. El viaje duró dos horas hasta que la Ranger despistó y dio varios tumbos. Juri estaba ya a salvo, aunque después lo atraparían.
Según el fallo del juez García, que figura al final de un expediente de 11 cuerpos casi amarillentos, es el hombre que había emprendido aquella última aventura junto a su amigo de siempre.