Marcelo Bonini (*)
La suspensión de los remates debe ser corta pero efectiva. Es decir que, mientras se dejen sin efecto las subastas, lo que se tiene que intentar solucionar es el problema de fondo. Existen dos tipos de deudores: aquellos que pueden pagar algo y quienes están desocupados, que lisa y llanamente no disponen de un peso para enfrentar su situación. Para los primeros se deben establecer pautas de refinanciación y para aquellas personas que carecen de trabajo hay que apelar a un beneficio contemplado por el Código Civil, que es la posibilidad que se le otorga a una persona careciente para devolver el pago recién cuando "mejore su fortuna". Lo que significa otorgar un período de tregua hasta que se recomponga su situación laboral. Peleamos para que no haya remates de viviendas de las personas que están desocupadas y que, obviamente, tampoco están en condiciones de pagar un alquiler, por lo cual quedarían literalmente en la calle. Pero esto representa sólo un aspecto de la problemática. Cada año, los remates dejan en Rosario unos 8 millones de pesos para la especulación financiera, ya que quienes compran viviendas en subastas, más tarde las revenden a un precio superior en el mercado inmobiliario. Este dinero se podría aprovechar, generando un importante impacto social, en proyectos de autoconstrucción de viviendas y urbanización. Con ese espíritu, desde la asociación presentamos esta iniciativa en la Cámara de Diputados de la Nación, pero como tantas otras cosas, nuestra propuesta todavía está durmiendo en los cajones de algún escritorio. (*) Presidente de la Asociación en Defensa de la Vivienda Unica
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