Año CXXXVI
 Nº 49.739
Rosario,
viernes  31 de
enero de 2003
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Una conflictiva declaración que separa aún más a Europa entre "moderna y vieja"
La carta de los ocho se enfrenta a los dichos de Alemania y Francia que lideran la cruzada antibélica

Thomas P. Spieker

Bruselas. - Si la Unión Europea contara hoy, como desea la mayoría de sus miembros, con un único ministro de Relaciones Exteriores, el influyente funcionario debería tener una personalidad disociada para hacer su trabajo. A principios de esta semana, los países de la UE se pusieron de acuerdo sobre el mínimo denominador común para firmar una declaración conjunta sobre el conflicto en Irak. Ahora, cinco de los actuales 15 miembros y tres futuros integrantes del bloque salen a la palestra para exigir unidad, y con ello señalan hacia la fractura que desgarra tanto a la UE como a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otán).
Javier Solana, responsable de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, que ocupa el cargo más parecido al inexistente canciller del bloque, sabe que su margen de acción es estrecho. "Preferiría que todos estemos de acuerdo también en los detalles", expresó el miércoles ante el Parlamento Europeo. "Pero esto es actualmente imposible. No podemos imponer a las capitales ninguna política, y menos cuando se trata de algo tan difícil como el uso de la fuerza".

Una declaración conflictiva
El mínimo denominador común de la UE se basa en los siguientes puntos: exigir a Irak la eliminación de sus presuntas armas de destrucción masiva, plena cooperación de Bagdad y apoyo de la comunidad internacional para los inspectores de armas de la ONU y responsabilidad del Consejo de Seguridad para decidir los siguientes pasos.
La declaración firmada por ocho líderes europeos en apoyo de Washington no contradice estos principios en absoluto. Pero la mayoría de los gobierno europeos -contra la postura del premier británico Tony Blair- no está dispuesta a plantear ahora la posibilidad de una guerra, que sí aparece claramente en el texto.
Alemania y Francia llevan la voz cantante de los enemigos de la guerra contra Irak. "Por el momento, el único tema son las inspecciones", es la monótona respuesta en París y Berlín. Los dos mayores países de la UE mantienen la misma línea en el seno de la Otán. Con el apoyo de Bélgica y Luxemburgo, evitan la unanimidad requerida en la Alianza Atlántica para apoyar logísticamente una eventual guerra encabezada por Estados Unidos.
Para Francia y Alemania están claros los motivos por los que Washington presentó con tanta antelación su pedido de apoyo. "Sólo querían hacernos quedar mal", coinciden diplomáticos de ambos países. Pero el secretario estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, metió aún más el dedo en la llaga. "Catorce apoyan nuestra posición, cuatro están del otro lado", comentó sobre la relación de fuerzas en el seno de la Alianza Atlántica, antes de diferenciar a la "Vieja Europa" -Alemania y Francia- de la moderna, cuyo centro de gravitación se estaría desplazando hacia el este.
Las palabras de Rumsfeld no fueron bien recibidas del otro lado del Atlántico. El mismo comisario europeo de Relaciones Exteriores, el británico Chris Patten -cuyo país no fue aludido- afirmó ser "un orgulloso ciudadano de la Vieja Europa". Pero Tony Blair hizo caso a Rumsfeld y encontró más hacia el este un importante apoyo al texto conocido ayer. Polonia, Hungría y la República Checa respondieron afirmativamente, tras ser incorporados a la Otán en 1999 con el fundamental apoyo de Washington y mientras esperan su ingreso, el año próximo, en la UE.
Que junto a Blair hayan firmado los jefes de gobierno conservadores de Italia, Silvio Berlusconi; España, José María Aznar; Portugal, Jose-Maria Durao Barroso; y Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen, no tomó a nadie por sorpresa. Pero Blair, que en los últimos tiempos fue dejado de lado por el tándem Schroeder-Chirac en cuestiones importantes, tiene ahora un importante apoyo.
Entre ellos, tres países de Europa Oriental cuyas condiciones para ingresar en la UE fueron cumplidas gracias a compromisos franco-alemanes, muchas veces contra la voluntad británica y española. Las consecuencias son por ahora imprevisibles. El texto afirma que es vital preservar "la unidad y la cohesión". Pero hacía mucho tiempo que Europa no estaba tan lejos de estos conceptos. (DPA)


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