Traslasierra muestra sus encantos de muchas maneras, una de las formas de conocerlos es recorrer junto al francés Henrri Barret los caprichosos caminos de montaña.
Este expedicionario, que viajó por Oriente y Africa con sus camionetas todo terreno, preparó circuitos con distintos niveles de riesgo y dificultad. Uno dura unos 40 minutos y reserva una alta dosis de tensión. El atajo, así lo denominó, es una picada en la que en Land Rover Defender 110, se recorren muy despacio terrenos con grandes piedras escalonadas.
En esas pruebas la camioneta llega a inclinarse hasta 45 grados, el límite máximo. Por este camino se encuentran arroyos y parajes a lo que sólo podría accederse a caballo o a pie.
El otro rumbo es La Planchad, una pendiente rocosa desafiada por el francés aventurero. El hombre escribió un libro en el que condensa toda su experiencia: "Cuatro por cuatro, iniciación a la aventura".
La aventura de Traslasierra está al norte, y más aún al atravesar las cumbres. En el paraje Río los Sauces, a 25 kilómetros de la rotonda de las Altas Cumbres, los que quieren que la adrenalina suba por el cuerpo pueden iniciarse en los vuelos de parapente y compartir el espacio con los cóndores. El Obrador, un refugio de montaña a 25 kilómetros de Nono, además del parapente, ofrece como alternativa el avistaje de pájaros en la quebrada del Sobrado.
Martín Graziano organiza excursiones de cuatro horas por la mañana o bien al atardecer, cuando el ave andina retorna a las condoreras. Durante el trayecto se aprecian toda gama de colores y piedras de montaña.
El vuelo eterno
El cóndor andino, la majestuosa y milenaria ave, sobrevuela el cielo del valle del cordón de las Sierras Grandes. El pájaro, junto a las especies de la región, fue inmortalizado por los indios en las pinturas rupestres.
En 1996, entre las sierras y una parte de la Pampa de Achala, se creó el Parque Nacional Quebrada del Condorito, a medio camino entre Carlos Paz y Mina Clavero, por la ruta 20. El parque tiene 37.000 mil hectáreas y es el paraíso del Cóndor.
Estos pájaros se conservaron en su hábitat gracias a la testadurez de Fabián Ramallo, un naturalista que visitó el lugar sólo con su cámara fotográfica y que, llevado por su pasión, se comprometió a que los pájaros no abandonaran las altas cumbres.
Ramallo hace 35 años que está tras su sueño de eternidad de los cóndores. "Hace 30 años sólo había 9 ejemplares, hoy son 180", explicó el naturalista.
Ramallo está a cargo de la Fundación Cóndor, que administra el parador e implementa programas de conservación. En el local de la Fundación, un mirador natural desde el que se aprecian tres provincias, Ramallo muestra fotos captadas con paciencia que demuestran la evolución de su proyecto.
Su meta es generar conciencia sobre el protagonismo del cóndor y demostrar a los lugareños que, lejos de ser una amenaza para el ganado, su condición de ave carroñera aleja las infecciones de animales muertos y los contagios.