Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Historia del crimen. La intimidad de una investigación
Puesta en escena de un doble homicidio
El propósito de encubrir el oscuro manejo del patrimonio de las víctimas disparó el acto criminal

Osvaldo Aguirre / La Capital

El abogado Miguel Angel César debía cobrar 7 mil dólares por el trámite de la sucesión de Roberto Dominicci. Iba a recibir ese dinero de Rosa Dominicci, quien pensaba extraerlo de una caja de ahorros de la sucursal Maciel del Banco de Santa Fe. Lo que nadie sabía era que esa cuenta no tenía fondos. El hecho quedaría al descubierto el 13 de enero de 1993, fecha convenida para el pago. Pero un episodio tan macabro como inesperado acaparó la atención: Rosa y su hermano Herminio Dominicci fueron hallados entonces sin vida en el campo donde vivían, cerca de Maciel.
La muerte de los hermanos fue denunciada minutos después de las 7 del día mencionado. Los cuerpos habían sido descubiertos por los empleados de las víctimas, entre ellos el administrador del campo, Clever Humberto Damiani. De acuerdo a la escena que entonces se presentó, Herminio Dominicci, de 71 años, había fallecido en la cama; Rosa Dominicci, de 69, en el patio. Muertes naturales, dijo el médico de policía de Coronda, Rubén Deambroggio.
La sospecha de que algo se ocultaba fue un comentario cada vez más fuerte en Maciel. Después de leer una nota en que La Capital planteaba esas dudas, el entonces juez de San Lorenzo, Daniel Fernando Acosta, decidió abrir una investigación.
El 1º de marzo, el juez hizo exhumar los cadáveres de los hermanos del cementerio de Maciel. La autopsia no deparó mayores novedades, pero un examen de vísceras, realizado por la cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica y Farmacia, reveló que las víctimas habían sido envenenadas con estricnina.
El veneno había sido vertido en la última cena compartida por los hermanos. La primera hipótesis, luego descartada, fue que el crimen respondía a una disputa por la sucesión familiar. Mientras tanto, trascendían algunos desarreglos en el manejo del campo: la cuenta de los hermanos registraba deudas en cooperativas cerealeras pese a los ingresos obtenidos por las cosechas y la venta de un campo en Barrancas. La figura de Damiani comenzó a perfilarse cada vez más nitidez: Vignolo, como llamaban a Herminio, sentía una profunda desconfianza hacia el administrador, pero Rocha (Rosa) lo apreciaba.
Damiani, entonces de 50 años, solía retirarse del campo a las 20. La noche del 12 de enero de 1993, sin que nada lo justificara, se quedó por lo menos hasta después de las 22. Hugo Oronao, un vecino, se fue diez minutos después de la casa y registró dos hechos. Los hermanos, dijo, se encontraban en perfecto estado de salud, y Damiani tuvo actitudes extrañas: puso en marcha un tractor y simuló retirarse.
Al ser indagado por el juez, Damiani se presentó como un humilde tractorista y expuso una coartada detallada para dar cuenta de sus movimientos el día del crimen. Negó haber comprado veneno, ya que según dijo en el campo se trabajaba con un fumigador.
Ese fue su primer paso en falso. Javier Fernández declaró que Damiani le había comprado veinte gramos de estricnina en su veterinaria de Maciel diciendo que necesitaba eliminar perros y caranchos.
Los indicios más contundentes surgieron de informes bancarios. Se comprobó que Damiani había vaciado los siete plazos fijos que los hermanos tenían en la sucursal Maciel del Banco de Santa Fe, por un monto total de 66.039 dólares. Las extracciones habían sido realizadas entre el 4 de marzo de 1991 y el 2 de octubre de 1992.
Al ampliar su indagatoria, Damiani reconoció haber comprado el veneno, aunque mantuvo su inocencia. Rosa Dominicci, dijo, le había ofrecido dinero para comprar maquinarias con que trabajar el campo por su cuenta.
Ese dato apuntaba a explicar la llamativa desaparición de otros 52 mil dólares. Damiani, se comprobó, había gastado 30 mil dólares en la adquisición de distintas herramientas al comerciante Jorge Marucco y la empresa Agro Maquinarias, de Maciel. Además había comprado un Renault 18.
El 13 de enero de 1992, los hermanos Dominicci iban a comprobar que sus cuentas bancarias se habían evaporado. Según la conclusión del juez de sentencia Julio Kesuani, el móvil del crimen apuntó a impedir ese descubrimiento que pondría a la luz los manejos de Damiani.
"Puede determinarse fehacientemente -dijo Kesuani en su sentencia, del 17 de octubre de 1995- que el indagado ha cobrado personalmente todas las sumas correspondientes a Rosa Dominicci, pero no encuentran imposición alguna, ya sea en las instituciones con las que trabajaban los damnificados ni habían sido invertidas en la explotación del campo (...) o en la adquisición de maquinarias".
Kesuani condenó a Damiani a prisión perpetua por homicidio y estafa y absolvió al médico Deambroggio, acusado por abuso omisivo de autoridad y emisión de falso certificado médico. La Sala IV de la Cámara Penal confirmó el fallo el 6 de junio de 1996.
En su sentencia, el juez sostuvo además que Damiani preparó la escena en la casa de los Dominicci "para hacer pensar, como efectivamente se logró en un primer momento, que la mujer al encontrar a su hermano muerto en la cama, salió desesperada a buscar ayuda y allí la sorprendió la muerte por la conmoción sufrida". Pero el drama tuvo un final inesperado para su autor.


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