Año CXXXVI
 Nº 49.665
Rosario,
domingo  17 de
noviembre de 2002
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Una larga serie de muertes polémicas

El primer hecho que resalta el Foro Memoria y Sociedad tras la recuperación de la democracia, a fines de 1983, es el de José Luis Franco. El muchacho, de 23 años, fue detenido por agentes del Comando Radioeléctrico y trasladado a la comisaría 11ª. El recurso de hábeas corpus presentado por su familia fue respondido por las autoridades policiales expresando que no estaba detenido. Horas más tarde, les comunicaron que el joven había muerto en un enfrentamiento con la policía que nunca se aclaró.
"Lo fusilaron en plena calle y delante de todos, él ya se había entregado". Lo dijeron los testigos del crimen de Rubén Romero, un prófugo de 24 años que fue localizado por agentes de la ex Sección Robos y Hurtos de la policía rosarina el 9 de mayo de 1995. La policía dijo que hubo enfrentamiento, pero nunca se halló el arma de la víctima y los testimonios coinciden en que hubo un solo disparo.
Un año después, el 13 de abril de 1996, una dotación de la Guardia de Infantería trató de identificar a Claudio Ledesma cuando caminaba junto a su compañera. El muchacho, de 26 años, fue empujado y trastabilló. Cuando estaba en el piso y mientras la mujer pedía que no lo mataran, uno de los agentes lo fusiló. Para la justicia fue un "enfrentamiento".
A fines de ese mismo año, el 21 de diciembre, Francisco González fue abatido por una bala policial. Según la versión oficial, el chico, de 15 años, huía tras robar a un colectivero. En la morgue, el chofer dijo que la víctima no era el ladrón.
A fines de 1997, el 8 de noviembre, José Luis Camos fue abatido por el cabo Ramón Sosa. El parte policial urdió la versión de un enfrentamiento, desechada por la Justicia.
Walter Caballero y Andrés Velásquez fueron acusados por el robo a un taxista, el 27 de septiembre de 1999. Para los investigadores, ambos murieron como consecuencia de los disparos recibidos en un enfrentamiento. Sin embargo, familiares y testigos sostuvieron siempre que los chicos, de 17 y 19 años, no tenían armas y que las mismas "fueron plantadas" tras el hecho.
Otro de los casos en que la policía mató por la espalda fue el 28 de marzo de 2000. Ese día la víctima fue Jesús Gabriel Capitani, de 16 años. Lo persiguieron por el asalto a una estación de servicios de la zona oeste y su cuerpo presentaba 15 orificios de bala (9 en la espalda y 1 en la nuca). El playero del comercio no lo reconoció como uno de los ladrones del local. Y tampoco lo pudo hacer con Sergio Marcelo Callejas, un joven de 17 años atacado por la policía en el mismo episodio. Presentaba 5 balazos (2 en la cabeza y 3 en la espalda) y murió 54 días después.
Luis Alberto Martínez fue ultimado a balazos por un oficial tras el robo a una estación de servicios de Salta y Callao. El ladrón, de 18 años, huía del lugar junto a sus cómplices cuando el policía los interceptó en Pueyrredón al 200. "Hubo seis o siete tiros y el último fue como de remate mientras el muchacho pedía que no le disparen", dijeron testigos a la Justicia. Martínez recibió 12 balazos, no tenía antecedentes y trabajaba en una verdulería. No llevaba armas.
Juan David Juárez retornaba a su casa la madrugada del 22 de julio de 2000. Según un testigo, fue ultimado cuando respondió a las ordenes de tres policías. "Levantó las manos y fue caminando hacia los policías. Cuando se arrodilló, uno de los policías le disparó de frente con un arma de puño, a dos metros de distancia y estando de pie", dijo un testigo presencial.


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