La agudización de la crisis económica provocó una caída del consumo pero abrió la veta para nuevos negocios en el segmento aceitero. Dos grandes firmas del rubro como Molinos y Aceitera General Deheza (AGD) lanzaron al mercado argentino un aceite puro de soja con una fuerte campaña que apunta no sólo al aspecto nutricional sino esencialmente al precio. En rigor, los valores de estos productos se ubican entre un 20 y un 40 por ciento por debajo de los aceites puros de su misma marca, una brecha por demás seductora para los bolsillos.
El desafío más riesgoso de las compañías fue el de la calidad, ya que debieron ajustar al máximo los procesos de refinación para lograr reducir al mínimo el olor característico del aceite de soja (similar al de pescado) que es uno de los puntos que juega en contra para lograr la total aceptación del público argentino, consumidor tradicional de variedades de girasol puro o mezclas.
La aparición de los aceites 100% soja se suma a una larga lista de productos desarrollados a partir de los nuevos usos de la oleaginosa, una tendencia que fue cobrando cuerpo en los últimos años, primero en el segmento nutricionista y ligado al consumo de alimentos naturales de un sector de alto poder adquisitivo, y que luego se fue generalizando por razones que pasaron desde la salud y la estética al precio.
No es para menos. La Argentina es el primer exportador de aceite de soja crudo y ocupa el tercer puesto en las ventas externas de poroto, después de Estados Unidos y Brasil. De ese modo, con una producción que en el país este año superará las 33 millones de toneladas, resulta casi irrisorio el escaso uso para consumo humano que se le da a la oleaginosa en el país y el alto grado de desconocimiento que tiene la gente sobre sus potencialidades alimentarias.
En general, la soja se está utilizando como un sustituto o complemento de la carne en productos como milanesas, hamburguesas, salchichas y bocaditos y sumada a la harina de trigo en otros como pizzas, empanadas y todo lo relacionado con la panadería.
En el mercado argentino existen una veintena de empresas que elaboran productos en base a soja que se encuentran registradas bajo una marca y tienen inserción en las cadenas de supermercados de todo el país y en distintos comercios.
Sin embargo, como este nicho nació a la luz de la alimentación naturista o dietética, hay un universo de productos artesanales que se comercializan sin marca por todo el país.
En las grandes cadenas de supermercados de la Argentina, hay un grupo de marcas líderes en estos segmentos como Vegetalex, de Proteínas Argentinas; Doña Soja, de Alisana; Valle de Escol, con el sello del Instituto Argentino de Nutrición que dirige Alberto Cormillot, y Granja del Sol, entre otras.
Aunque todavía no existen relevamientos precisos sobre el nivel de facturación de este segmento, fuentes del segmento supermercadista indicaron que en todo el país y por ese canal exclusivamente, la cifra se ubicaría alrededor de los 10 millones de pesos.
A la luz de estas tendencias, surgieron institutos de nutrición y especialistas en alimentación que capacitan a los consumidores en la elaboración casera de productos utilizando el poroto de soja (ver aparte).
Muchos de ellos tomaron vuelo a partir de una iniciativa que lanzó la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) denominada Programa Soja Solidaria, que consiste en la donación de soja por parte de productores de la oleaginosa, para contribuir a paliar los problemas de alimentación que sufre la población argentina tras el crecimiento vertiginoso de la pobreza.
La iniciativa, apunta a largo plazo a generar una demanda interna de la legumbre que por estos días consumen en bajo porcentaje los argentinos.
Los grandes se animan
La decisión de las compañías Molinos y AGD de incursionar en el segmento de los aceites puros de soja surge en un momento muy especial para el mercado argentino. La recesión, la devaluación y la inflación plancharon por completo el poder adquisitivo de la gente, que por estos días mira con una lupa los precios en las góndolas de los supermercados.
Primero Molinos, a través de Cocinero 100% soja, y luego AGD, bajo la marca Sojola, las firmas se lanzaron con un producto a un precio cerca entre 20 y 40 por ciento inferior al del aceite de girasol que comercializan ambas compañías, el Cocinero tradicional y Natura respectivamente.
También la multinacional Nidera produce aceite de soja y mezclas en las que incorpora la oleaginosa, para cadenas de supermercados de alcance nacional. Una de ellas bajo la marca Ciudad del Lago, que se vende en Coto y otros súper.
"El hecho de que no tengamos una tradición en el consumo de aceite de soja no implica que no pueda ser un producto que entre en la consideración de la gente", explicó Alberto Rodríguez, gerente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara).
De ese modo apuntó a otro de los desafíos que se plantearon estas empresas: crear una demanda en el mercado interno para los aceites de soja, que aún no está consolidada.
En Estados Unidos, el aceite de soja acapara el 80 por ciento del consumo total de ese producto y en Brasil, supera el 90%.
Desde Molinos explicaron que tomaron la decisión de lanzar un nuevo producto "porque es una oportunidad de segmentación del mercado de aceites". Aunque consideraron que es muy temprano para hablar de resultados en cuanto a perspectivas de facturación, consideraron como "muy alentadoras" las ventas de septiembre y octubre.
En la rama alimentaria de la familia Perez Companc precisaron que la diferencia de precio entre el producto de soja y la primera marca de la empresa, es del 20 por ciento.
Para cubrir baches
El sentido de oportunidad fue un punto a favor para estas empresas. Para Rodríguez (Ciara), el hecho de que surgieran estos productos en este momento y no antes, teniendo en cuenta que la Argentina es líder en producción y procesamiento de soja desde hace muchos años, obedece a "la situación de crisis".
"La gente redujo el consumo y eso derivó en el reuso", dijo Rodríguez con lo cual estimó que "con estos productos es factible que se apunte a cubrir este bache".
Considerando que el mercado de aceites comestibles en la Argentina es bastante inelástico, los nuevos aceites puros de soja darán batalla al resto de las variantes como girasol, maíz o mezcla. Más aún si la propuesta inicial de precios competitivos continúa como una estrategia a largo plazo.
Por otra parte, la movida les permitirá a las compañías dar pelea contra las marcas blancas que surgieron en el mercado y que fueron quitándole participación a los aceites con nombre propio.
El consumo de aceite comestible en la Argentina alcanza las 600 mil toneladas anuales. La variante de girasol pura concentra el 75 por ciento de la torta, seguido por las mezclas con un 15% y el diez por ciento restante está repartido entre el de maíz y oliva.
Una estrategia oportuna
El desarrollo de un mercado interno para el aceite de soja es un nicho más de negocio para las industrias aceiteras de la Argentina, líderes en equipamiento tecnológico a nivel mundial tras el proceso de inversiones que se dio desde finales de los 80 y mediados de los 90.
Posiblemente este segmento de negocios tome mucho más fuerza de acuerdo a cómo reaccionen los consumidores argentinos.
Actualmente las industrias aceiteras -la mayoría asentada en la zona del Gran Rosario- exportan no sólo aceite crudo sino también envasado. Sólo que este segmento abarca apenas el 5 por ciento del negocio total de las firmas.
Esto sucede por los altos aranceles que deben pagar los productos con mayor valor agregado, que en este momento, desestiman una política más agresiva en ese sentido. Por caso, por el aceite crudo se pagan derechos del 10% mientras que estos suben al 20% para los aceites comestibles.
Para el presidente de la Asociación Argentina de Grasas y Aceites (Asaga) y gerente de la firma Pecom Agra, Diego Pereyra, el negocio es más apetecible para las compañías procesadoras de pequeña y mediana escala que para las grandes empresas, en función de que estas últimas manejan grandes volúmenes y no les resulta "ni viable ni económico" incursionar en productos destinados al consumidor (ver aparte).
De todos modos, la alta capacidad industrial de las empresas aceiteras argentinas facilitó el proceso de refinación del aceite de soja, uno de los elementos clave para ganar el paladar de los argentinos.
Así lo promocionan las empresas y también lo ratifican los especialistas en nutrición. "Está hecho a partir de porotos seleccionados y con una tecnología de avanzada que permite el mejor refinado. Esto se evidencia en su color más claro", explicaron en Molinos.
En tanto Angelita Bianculli, titular del instituto de nutrición "La esquina de las flores" que funciona en Buenos Aires y reconocida instructora sobre recetas en base a soja, reconoció que a diferencia de en la Argentina, "el aceite de soja es más sabroso y los porotos son más neutros" en cuanto a gusto, comparado con los que se consumen en Brasil.
"No hubo que hacer inversiones extra para esto", dijo Rodríguez en referencia al proceso de refinación.
En cambio, el costo empresario pasó por las campañas publicitarias que hacen hincapié en las bondades del producto para la salud humana. En este sentido, la compañía de Perez Companc reconoció que "el costo de lanzamiento de Cocinero 100% soja fue de unos dos millones de pesos en publicidad".
Un negocio para sacarle jugo
El potencial exportador no está fuera de los planes de quienes incursionan en ese segmento de productos elaborados en base a la oleaginosa. Un caso emblemático en este sentido es el que desarrolló la empresa Ades, fabricante de jugos en base a soja, que nació en Tucumán hace 14 años.
La firma pasó a manos de Refinerías de Maíz, que luego fue adquirida por la multinacional Unilever, que le imprimió el sello internacional a la marca.
La experiencia de Ades abrió el juego para que nuevos jugadores salieran a competir en este segmento. Hoy cuatro empresas se disputan el mercado argentino: la empresa de Unilever, AGD, Baggio y Peñaflor (con la marca Cepita).
La prosperidad de algunos negocios ligados con la soja permitió alienta nuevos emprendimientos. La Universidad Nacional de la Plata está a punto de patentar el método de tratamiento del poroto de oleaginosa para obtener golosinas, en reemplazo del maní.
La fórmula, que fue desarrollada por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de esa casa de estudios, permite eliminar propiedades nocivas del grano de soja y aplicar el resto en la elaboración de turrones, garrapiñadas, alfajores y saladitos crocantes.
Además, en la ciudad cordobesa de Río Tercero, la firma SG Lecitina comenzó a producir lecitinas especiales de soja, constituyéndose enla única compañía que elabora este tipo de producto en el país.
"Además de fabricar productos únicos como las lecitinas puras -que sólo se realizan en Alemania y Estados Unidos-, podemos ofertar precios entre un 20 y 30 por ciento más baratos y una mejor calidad" para el mercado local, precisó el directivo de la firma, Luis Schwander.
Por ahora, el objetivo de la empresa es recuperar antiguos clientes como Arcor, a quien la firma llegó a venderle el 70 por ciento de su producción.