"El sabor hace a la calidad pero no a la inocuidad" explicó Marcos Monteverde, del Instituto Municipal del Alimento para explicar por dónde pasan las ventajas o desventajas del consumo de productos en base a soja. De ese modo, el funcionario puso sobre el tapete un tema que tienen muy claro las compañías que comercializan este tipo de alimentos y en especial aquellas que en los últimos meses lanzaron al mercado los aceites puros de soja. Si bien las campañas publicitarias apuntan a la salud para promocionar las bondades del producto como el contenido ácidos grasos poliinsaturados omega 3 y 6, que producen un descenso de los niveles de colesterol y vitaminas varias, en rigor, las ventajas del negocio pasan esencialmente por el tema reducción de costos, tanto para el consumidor como para las empresas, que utilizan un grano que se produce masivamente en la Argentina. "La gente puede o no aceptar el aceite de soja puro e incorporarlo a su dieta por el olor o el sabor, aunque hay que aclarar que ninguno de los aceites vegetales produce colesterol", dijo Monteverde. Así es como las compañías aceiteras pusieron énfasis en mejorar la refinación para ganar el paladar del mercado interno argentino, habituado a los aceites puros. La nutricionista Angelita Bianculli explicó que el único secreto para que la aceptación pase por el gusto "es hacer ricas las comidas". Bianculli señaló que con el poroto de soja se puede hacer leche o jugos y con el remanente , denominado okara, se pueden realizar barritas de cereal, sopas, guisos, y colocarlo incluso dentro de pizzas o panes.
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