José M. Petunchi / La Capital
Miguel Angel Russo dividió el trabajo en el Gigante en dos tiempos: uno, inicial de 47 minutos, donde hizo la práctica de fútbol (ver aparte). Y un segundo, considerado por el entrenador como el más importante, en el que el técnico mantuvo con los jugadores una charla de 53 minutos sentados en el banco de suplentes local en el estadio. "Ese fue el mejor entrenamiento que tuvimos", justificó el DT, en referencia a este extenso e inusual diálogo con el plantel, cuyo disparador fue un encontronazo -se fueron a las manos como en el campito- entre Pablo Sánchez y Luciano De Bruno (ver aparte), que el técnico supo canalizar para que el grupo pudiera empezar a exteriorizar algunas situaciones que parecían adormecidas. Si bien la situación no fue la buscada ni la deseada por el cuerpo técnico, a Russo le sirvió como punta de lanza para que el grupo empezara a hacer catarsis por todo lo vivido en los últimos tiempos, no sólo en el plano futbolístico sino por la dura realidad que rodea al plantel. Respecto de si notó un poco de tensión en el grupo, el técnico deslizó: "No, tensión no. No es lo que uno busca, pero sirvió de muchísimo, porque por fin este grupo pudo hablar, y cuando en un grupo hablan todos es muy positivo". "El mejor entrenamiento que tuve fue la hora de charla. En los dos días que llevo trabajando fue lo más positivo, porque se sinceraron de una manera que yo quería y buscaba. Fue el trabajo más importante", razonó el entrenador a la hora de justificar el cónclave. "Tiene que ver con los momentos, con cómo se sale de esta situación, con la unión y la unidad del grupo, que creo, en esta instancia, es lo más importante", analizó. Después de la charla, el grupo cruzó la cancha caminando, pausada y cansinamente, como si después de sacar a la luz algunas cosas que tenían contenidas se hubiesen quitado un peso de encima. La idea del diálogo estaba instalaba de antemano pero la pelea de los dos jugadores fue la excusa propicia para que tuviera un marco apropiado. "Se dispararon algunas situaciones que por suerte pudimos encauzar y llevarlas a un plano positivo, que era lo que más me importaba, y como conductor, de una manera u otra, estaba esperando este tipo de reacciones", justificó el entrenador, quien supo sacarle jugo al incidente. Las voces de algunos de los participantes del cónclave sonaron más medidas y menos optimistas que la del técnico por la situación generada, pero parecían destinadas a cuidar la intimidad del grupo y a no romper algún código. "Hablamos sobre el tema futbolístico, de lo que habíamos hecho dentro de la cancha y de lo que él pretendía de todo el grupo", deslizó Daniel Díaz, sin querer incurrir en alguna infidencia. Mientras que desde su timidez y juventud, Paulo Ferrari subrayó: "Hablamos de todo, de lo futbolístico, de lo que había pasado y de que de esta situación tenemos que salir entre todos".
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