El final no tuvo nada que ver con lo que seguramente habrá esperado el Bambino. Quién lo hubiera imaginado. Más porque cada nueva etapa trae aires de ilusión y esperanza, algo que sí era previsible en la presentación de Veira en el Coloso. Por eso no sorprendía el buen recibimiento que tuvo el técnico mientras se dirigía por primera vez al banco de suplentes. No estruendoso. Nada de otro mundo. Pero sí con un sostenido aplauso. ¿Veira? Tranquilo, retribuyendo con la mano en alto y el pulgar haciendo el clásico gesto positivo. Veira eligió vestir de negro, con camisa abierta en los primeros botones. Y cruzó la cancha acompañado por Esteban Pogany, se detuvo en el círculo central para tocar la pelota y siguió su camino hasta el cuarto asiento, contando desde la popular leprosa. Lo llamó a Weber a su izquierda y a Pogany a la derecha. Desde ahí vivió casi todo el partido. Se paró poco. Dio escasas indicaciones y miró con cara de preocupación el juego de su equipo. No era para menos. Pero claro, como iba a imaginar lo que pasó. No lo dijo, pero seguro habrá pensado «menos mal que ganamos».
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