Alejandro Cachari / Ovación
Lucubrar con el resultado puesto tiene mucho de traición, de puñalada trapera. En términos boxísticos es antirreglamentario pegarle al adversario cuando está caído. Desde aquí se ensayará un antimenottismo exacerbado para comprobar si es posible concluir que César es el responsable exclusivo de la debacle. De comprobarse, será apenas una conclusión repleta de prejuicios. De no ser así, será muy sencillo caer en que el entrenador tiene su porcentaje, pero la mayor parte de la torta estadística es de los futbolistas. A ver. Hipótesis: La historia de Menotti en el fútbol está signada por el achique de las líneas y con ello la utilización casi siempre sistemática del fuera de juego. Los equipos del ex campeón del mundo se caracterizan -existe comprobación estadística con la excepción del Independiente subcampeón que dejó a poco del final para ir a Sampdoria y el Huracán campeón del 73- por tener un arranque demoledor y una segunda parte francamente deficitaria que deteriora a pasos agigantados la cosecha del inicio. Muchos vinculan este ítem a un esquema de preparación física distinta al resto de los equipos que permite tener una relación mucho más afín con la pelota, en desmedro de la dureza del resto, que decae estrepitosamente cuando los rivales alcanzan el perfecto nivel de comunión entre la pelota y el físico. Menotti jamás, hasta aquí, dirigió equipo alguno que haya estado comprometido con el descenso. Siempre fue llamado para estar al frente de aquellos que tuvieron como meta el título. Es un técnico que siempre intenta convencer (generalmente lo logra) a la dirigencia de turno para realizar una incorporación masiva de jugadores que se acerquen al estilo que él pregona. En otras palabras, casi siempre sus planteles se caracterizaron por tener una gran riqueza técnica. Si se toman en cuenta sus declaraciones a pie juntillas es apropiado agregar que lo desborda el hecho de dirigir al equipo del cual es hincha desde que nació. "A esta altura de mi vida no merezco estar sufriendo en el banco de Central, podría hacerlo sentado en el living de mi casa", le confesó -palabras más palabras menos- a Ovacion. Hay otra frase que amerita reflexión: "Acepté dirigir a Central por la situación en la que está. No lo hubiera hecho en otra circunstancia". Tesis: En Central, el achique no apareció en la era Menotti y el fuera de juego fue lapidario las escasas oportunidades en las que se puso en juego. El ejemplo más patético es el partido con Arsenal. La contrapartida es el compromiso con Huracán. El paso adelante en un par de ocasiones hubiera sido suficiente para ganar el partido. Los auriazules fueron implacables en el primer tercio del torneo y desaparecieron futbolística y físicamente en los últimos siete encuentros, al punto de cosechar apenas cuatro unidades sobre 21 posibles. En casi todos los casos frente a equipos ganables. O en todo caso, muy lejos del calificativo de inaccesibles. Es fácilmente comprobable que Menotti no está acostumbrado a pelear abajo. Si fuera así, su enorme carisma, su discurso inigualablemente seductor y su filosofía futbolística se hubieran modificado para evitar la resistencia de un porcentaje a esta altura importante de los hinchas de Central. En Arroyito no había margen para grandes gastos y Menotti no pudo salir de compras. Debió conformarse con lo que había. Es por eso que su esquema fue levemente modificado. De todas maneras, no todos los intérpretes son los que corresponden a la melodía que se pretende ensayar. Más bien todo lo contrario. Es probable que el DT haya pensado que ya no quedaban momentos de desestabilización para él en el fútbol y se equivocó. Es que todavía no se había sentado en el banco de sus amores. Algunas posturas de los últimos tiempos así lo demuestran. El, que siempre dijo que el fútbol no es un drama, no se bancó la goleada de Arsenal ni el empate de Talleres. Síntesis: Central necesita un golpe de timón ya. Con o sin Menotti. Aquí aparece la pata hasta ahora no mencionada de la estructura: los dirigentes.
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