A dos años exactos del inicio de la segunda Intifada, los niveles de violencia crecieron hasta colocar la cifra total de muertes al borde de 2.300, tres veces más que las contabilizadas en el primer aniversario. Como imagen que sintetiza la profundidad de la crisis, Yasser Arafat sigue bajo asedio entre los escombros de sus oficinas en Ramala, y todo atisbo de diálogo es para intentar detener la espiral de muerte y venganza: hoy en Medio Oriente ya no se habla de negociación política, la única base firme para llegar a la paz. Todo comenzó en el marco de la interna política israelí. Hace dos años, el líder del partido de derecha Likud, Ariel Sharon -enemigo de las conversaciones con los palestinos-, visitó la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén. La Explanada es el tercer lugar sagrado para el Islam. El gesto fue interpretado como un insulto por los palestinos y estalló el levantamiento. Tres meses después, el premier laborista Ehud Barak renunció y llamó a elecciones anticipadas, que fueron ganadas en febrero de 2001 por Sharon con el 62% de los votos en comicios marcados por un ausentismo cercano al 40%. Lucha independentista. La segunda Intifada comenzó como una guerra religiosa en defensa de los lugares santos del Islam pero rápidamente se reconvirtió en una lucha encarnizada por la independencia del Estado palestino. Si bien fue vital la organización Al Fatah -el movimiento político creado por Yasser Arafat en 1957-, con el correr del tiempo el comando de la Intifada pareció recaer en manos de Hamas (el movimiento islámico surgido en 1987 durante la primera Intifada). El levantamiento palestino experimentó de lleno el efecto del 11 de septiembre de 2001. Todo indica que el que mejor aprovechó el nuevo cuadro creado por los ataques fue el primer ministro israelí, Ariel Sharon. El hombre de la derecha consiguió enmarcar el conflicto que mantiene con el enemigo palestino en el marco de la guerra mundial contra el terrorismo. Hace un año, los muertos por la Intifada rondaban los 700 y los heridos los 16.000. Hoy la cifra de muertos trepó a 1.700 palestinos y 600 israelíes. Números que muestran que la única que gana en Medio Oriente es la muerte. Sobre todo si se toma en cuenta que en los casi seis años de la primera Intifada (1987/1993) hubo alrededor de 1.600 muertos. Pero si en la primera Intifada por cada muerto israelí murieron 10 palestinos, en la segunda están muriendo sólo tres por cada israelí y, desde que se multiplicaron los atentados kamikazes las cifras de víctimas comenzaron a emparejarse aún más. Los números oficiales, según el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos, muestran que desde septiembre de 2000 murieron 1.726 palestinos y 21.735 resultaron heridos. Del otro lado murieron 619 israelíes y 4.497 fueron heridos. En casi dos años de Intifada, murieron más de 300 niños palestinos y 30 israelíes. Los atentados suicidas. Uno de los sellos indelebles de este segundo levantamiento. En los 271 días transcurridos en 2002 hubo 46 atentados con explosivos con víctimas fatales: uno cada cinco días. Según un informe de servicios de seguridad israelíes, desde 1993 -año del primer ataque suicida del grupo Hamas y de la firma del acuerdo de paz de Oslo- se produjeron 120 ataques con víctimas fatales (sobre 180 intentos), que causaron más de 400 muertos. Desde el comienzo de la segunda Intifada se verificaron 82 de esos 120 ataques suicidas contra israelíes. Cuatro de los muertos eran argentinos. Hasta diciembre del año pasado las organizaciones Hamas y Jihad Islámica monopolizaban los atentados suicidas. Pero desde fines de 2001 se incorporaron a esta práctica terrorista las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa (brazo armado irregular de Al Fatah) y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), que redibujaron la fisonomía de la Intifada: un movimiento que hermana grupos radicales islámicos con organizaciones laicas nacionalistas. Según un informe realizado en abril por la revista estadounidense Time, a Hamas cada cinturón o chaleco con explosivos le cuesta entre 1.600 y 4.300 dólares; y le paga a los familiares del kamikaze una pensión vitalicia de entre 300 y 600 dólares al mes, además de un subsidio médico y de educación para los hijos del "mártir" (shahid). La mayoría de los kamikazes son jóvenes menores de 30 años. Los hombres bomba de hoy eran los niños de la primera Intifada (1987-93). Dos muertes parecen haber marcado el desarrollo de la Intifada en el último año. En agosto de 2001, en un "asesinato selectivo", Israel eliminó a Abu Ali Mustafa, líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Ali Mustafa se transformó en el primer dirigente político asesinado en la Intifada. En octubre llegó la hora de la venganza y el FPLP mató en el hotel Hyatt de Jerusalén a Rejavam Zeevi, ministro de turismo y hombre fuerte de la ultraderecha israelí. Mucha de la violencia cosechada en el año fue fruto de estas dos muertes. Informe: Leonardo Graciarena
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