Un hincha de fútbol tendrá que dedicar cuatro horas durante 15 días a pintar una escuela para chicos especiales como parte de la sanción que le aplicó la Justicia por haber estampado leyendas con aerosol en las paredes de los Tribunales provinciales. El hombre también fue condenado a 15 días de arresto, aunque en este caso se trata de una pena en suspenso que sólo se hará efectiva si durante ese lapso comete un nuevo delito.
El juez correccional que dictó la sentencia, Daniel Fernando Acosta, explicó en el fallo que el inusual castigo se justifica por una circunstancia muy puntual: las pintadas realizadas por el acusado ya no pueden ser borradas. Si el daño tuviera arreglo, como pasa con muchos otros grafitis, entonces no habría delito y por lo tanto no cabría una sanción penal, argumentó.
La explicación sirve para entender por qué este caso originó la apertura de una causa judicial y llegó hasta la condena del culpable cuando las paredes y muros de la ciudad, en muchos casos de edificios públicos y hasta de monumentos históricos, están forradas de grafitis sin que nadie investigue ni sancione a los responsables.
Al obligar al acusado a pintar la escuela el juez quiso canalizar su "vocación" por la pintura en una actividad más productiva y loable que la de descalificar a una persona, como sucedió en este caso. Al menos es lo que deslizaron a modo de comentario fuentes judiciales que tuvieron acceso al fallo.
Otros voceros revelaron que en algún momento Acosta habría evaluado la posibilidad de hacer cumplir la pena en el estadio de Newell's Old Boys o en un colegio ligado al club ya que el autor del daño es hincha de Rosario Central y esto lo haría reflexionar más profundamente sobre su conducta. Con el tiempo la idea habría sido descartada ante la convicción de que esto podría generar problemas entre los simpatizantes más fanáticos y violentos de ambos equipos, que se profesan un odio visceral.
Las pintadas fueron realizadas hace casi tres años y aún hoy están visibles porque aparentemente no hay forma de eliminarlas. Por eso el caso fue caratulado como "daño", algo que el Código Penal considera lisa y llanamente como un delito.
Las inscripciones fueron estampadas en las paredes que están sobre Pellegrini, entre Moreno y Balcarce. Se trata de un muro de mármol poroso, material que según parece es lo que impide borrar las leyendas.
Los grafitis fueron realizadas pocos días antes de las elecciones para renovar la comisión directiva del club Rosario Central, incluyendo al presidente. Tienen un claro contenido político y están destinados a desacreditar a un candidato opositor al eterno mandamás de la entidad, el escribano Víctor José Vesco.
El autor es un barrabrava
La sanción dictada por el juez Acosta involucra a Sergio Hernán Rodríguez, de 23 años, un barrabrava de Rosario Central que según los investigadores del caso responde al liderazgo de Alejandro Andrés Bracamonte. Más conocido como Pillín, Bracamonte es el jefe del sector más numeroso de la barra brava y está claramente alineado con la actual comisión directiva que encabeza el propio Vesco, triunfador en aquellas elecciones realizadas en enero de 2000.
La investigación se inició a partir de la denuncia realizada por el ex jefe de la delegación policial de los Tribunales, Virgilio Motos Teruel, el 5 de enero de 2000. Esto ocurrió horas después de la aparición de las pintadas y pocos días antes de las elecciones en Central.
Las leyendas fueros pintadas durante la madrugada por dos hombres que llegaron y se fueron del lugar a bordo de una camioneta Rastrojero. Como en las esquinas del edificio hay cámaras que registran cada movimiento alrededor del Palacio de Justicia, los autores fueron filmados y esto permitió que más tarde los identificaran.
Fueron detenidos días después cuando abandonaban un bar de Alberdi y Gorriti, en Arroyito. Según los investigadores policiales que colaboraron con el juez Acosta, allí habían realizado una reunión con otros integrantes del grupo liderado por Bracamonte y estrechamente ligado a Vesco.
Las leyendas atacaban la figura de Pablo Scarabino, un antiguo colaborador del escribano que aspiraba a llegar a la presidencia del club. Decían "Scarabino ladrón" y "Scarabino, devolvé Botar", una guardería náutica que pertenece al club y que fue concesionada durante la época en que Scarabino era secretario de la entidad.
Para el juez Acosta, la de Rodríguez y el otro sujeto, identificado como Marcelo Walter Dotta, fue una conducta antisocial. Dotta no fue condenado porque pidió la aplicación de la probation, una medida procesal que suspende el juicio pero obliga al acusado a observar ciertas normas de conducta que le impone el juez.
Rodríguez, en tanto, tendrá que dedicar cuatro horas durante 15 días a realizar tareas en la Escuela Especial 2006 "Padre Pelletier", de Virasoro 710. Según el juez, esas tareas tendrán que ser "preferentemente" de pintura.