Miguel Pisano / La Capital
Desde temprano los hinchas canallas coparon la tribuna visitante, repitiendo aquel rito masivo que se inició contra Olimpo en Bahía Blanca. Claro que en ambos casos coincidió que debieron retornar a Rosario cabizbajos. Es que dentro de la cancha el equipo no respondió a tanta expectativa y se fueron con las manos vacías. Al menos ellos cumplieron su parte tiñendo de azul y amarillo el estadio Brigadier López. Más de 4000 fanáticos viajaron con la expectativa de que Central lograra la victoria para incrementar el promedio del descenso y, a su vez, no perderle pisada al puntero Independiente. Los temores por un posible enfrentamiento con los sabaleros quedaron a un lado. Pudo más la pasión, y se entregaron a una fiesta, de la que al final fueron convidados de piedra. Algunos cruces verbales en el ingreso al estadio con los hinchas de Colón que se encontraban en el tan temido Fonavi que da espaldas a la tribuna visitante fueron apenas anecdóticos, ya que el operativo montado por la Unidad Regional 1 fue perfecto. Así, por lo menos esta vez, los rosarinos que se movilizaron hasta Santa Fe vivieron un espectáculo que, es cierto, no tuvo el final esperado. Cuando Jorge Martínez introdujo la pelota en su propio arco, los gritos canallas se hicieron oír más que nunca, los que fueron acallados por el cabezazo de Juan Parodi. Y así como los dirigidos por el Flaco mermaron en su rendimiento en la segunda etapa, los hinchas se fueron contagiando de tanta apatía. De a poco se iban resignando ante las evidencias y comenzaron a conformarse con el empate. Hasta que el zurdazo de Pereyra los silenció y debieron soportar estoicos el hiriente "se van para la B" de la parcialidad sabalera. Ni bien llegó el final se fueron raudamente y en silencio, con la mirada perdida. Central había sido apenas una sombra de anteriores jornadas. Pero la hinchada otra vez respondió.
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