Gustavo Conti / La Capital
"Así no puedo jugar más. Faltando quince minutos se me trabó la rodilla y voy a decidir esta semana con el médico qué hacer porque no quiero terminar más los partidos con este dolor. Así no me sirve a mí ni al equipo". Las palabras tan temidas por el médico de Rosario Central salieron de la boca de Daniel Eduardo Quinteros, en una nota de LT3 después del partido. Temidas porque ahora tendrá que ser Horacio Leali el que deberá explicar por qué a uno de los mejores jugadores auriazules se lo expuso a una lesión mayor, cuando desde el miércoles se sabía, como informó Ovacion, que tenía rotura de menisco externo de la rodilla derecha de grado III, que a decir de varios traumatólogos consultados es operable y demanda una recuperación de 3 a 4 semanas. Al médico le molestó que el jugador se enterara el jueves a la mañana a través de este diario de la lesión y no por boca suya. Pero claro, la desprolijidad fue del facultativo, porque el resultado de la resonancia magnética a la que fue sometido el martes a la tarde ya estaba lista el miércoles a las 2 de la tarde. Sin embargo, no pasó a buscarla por el sanatorio Mapaci porque regresó a Rosario ese día a la noche (el jueves tampoco la retiró él) y no sorteó el obstáculo de la distancia con un simple llamado telefónico. Los periodistas de Ovacion se deben a sus lectores y ya habían averiguado el miércoles a la tarde que Quinteros tenía una lesión importante, y aparte no se trataba de ningún secreto de Estado. Hasta los últimos minutos de ese día se había hablado con el jugador para saber si el médico lo había llamado pero no fue así. Obvio, Ovacion no le anticipó al Negro el grado de su lesión porque eso le correspondía al médico y porque quizás Leali lo iba a llamar antes de que saliera la edición del jueves a la calle. Pero no fue así y Leali montó en cólera al quedar al desnudo su error de jugar un día entero con la ansiedad del futbolista, quien lógicamente era el más preocupado. Y, como suele ocurrir, le echó la culpa al periodista de Ovacion. Pero eso no fue lo peor. Tal vez para sacarse culpas y tratar de dejar mal parado a este diario, ese jueves mandó a practicar normalmente al Negro, lo mismo que el viernes y el sábado, y lo autorizó a jugar sin hacerle siquiera un tratamiento. Y algunos medios se alinearon tras las razones del médico. Y peor aún. Aunque no fue confirmado, pero pronto se sabrá, Quinteros habría sido infiltrado, no sólo para jugar ayer, sino para practicar el mismo jueves. Todo el mundo sabe que la infiltración atenúa el dolor pero no cura, poniendo en riesgo el agravamiento del cuadro por cuanto el jugador cree jugar normalmente y en realidad la lesión persiste. Si hubo infiltración, el médico incurrió en una contradicción. Es que la misma es contra el dolor y el jueves Leali había dicho que la decisión de operar a Quinteros dependía de si sentía dolor. Ergo, el volante estaba dolorido, ¿debía ser operado entonces sin más trámite? Y hay más. Daniel Quinteros jugó muchos minutos con la rodilla trabada como él mismo declaró porque Menotti ya había hecho los tres cambios y el partido no estaba decidido aún, exponiéndose más. Y por eso, ahora es él el que toma la decisión de parar ya que no lo hizo el médico, quien encima ayer, antes de emprender el regreso a la ciudad y después de que Quinteros había hablado por todos los medios, fue a buscar a uno de los enviados de Ovacion para decirle que lo que se publicó en estas páginas era mentira. Todos los indicios apuntan a una irresponsabilidad del médico auriazul, quien ahora deberá tratar de convencer a los demás, como lo intentó el último jueves, de que la culpa es del periodismo.
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