Los Juegos Olímpicos de Munich fueron una experiencia que los marcó. Y no sólo por el horror que les tocó de cerca. La ex nadadora Patricia López Muñiz y el ex remero Guillermo Segurado son dos rosarinos que hoy prefieren dejar brotar la emoción de haber competido en una olimpíada antes que los hechos sangrientos de septiembre del 72. A 30 años de aquel suceso contaron sus vivencias y remarcaron que durante ese fatídico día no estuvieron al tanto de lo que estaba sucediendo en la villa olímpica. También que luego de la matanza de los israelíes los juegos ya no fueron lo mismo. A Patricia López Muñiz se le ilumina el rostro cuando habla de los Juegos Olímpicos. Con el paso del tiempo lo supo valorar en su justa medida, mucho más que cuando le tocó competir. Es que apenas tenía 16 años, y como ella misma dijo, a esa edad todavía no había madurado del todo. Por su escasa experiencia, al principio no le llamó la atención el despliegue de seguridad de los alemanes. "No tenía puntos de comparación con anteriores Juegos. En Alemania sobresalía la puntualidad y el orden. Teníamos caminos exclusivos por donde transitar, no se podía ir de un lugar para el otro sin pasar por vigilancias y todo el perímetro de la villa olímpica estaba rodeado por un alambrado. El sector de las mujeres estaba más controlado. Ningún varón podía pasar. Pero nosotras sí podíamos ir adonde estaban ellos", manifestó. Para Guillermo Segurado -quien participaba de sus segundos Juegos Olímpicos, luego de los de México 68- los controles no eran tan estrictos. "Con nosotros estaba un chico, que en ese entonces vivía en Dinamarca, con el que habíamos compartido el Mundial que se realizó en ese país el año anterior. En Munich nos ayudaba en todo lo que pudiéramos precisar por su buen dominio del idioma. Nosotros le facilitábamos la ropa de la delegación argentina e ingresaba sin inconvenientes. Después hubo que conseguirle una credencial". La misma versión fue corroborada por López Muñiz: "La vigilancia se podía vulnerar. Había entrenadores que si no estaban hospedándose en la villa con su delegación, cuando entraban todos los deportistas juntos, él también lo podía hacer. No se daban cuenta de esas cosas". La liviandad en la restricción al ingreso desapareció tras el fatídico 5 de septiembre, un día que Segurado jamás olvidará: "Ya había terminado mi participación. Ese día nos enteramos de que había ciertas medidas, como la restricción de circular por la calle peatonal principal, que era por la que nosotros íbamos a los comedores. El acceso de los edificios hacia las calles estaba con custodia. Y las puertas permanecieron todo el tiempo cerradas. Nos indicaron que para salir debíamos ir por el subsuelo, que era el lugar de circulación de los micros que te llevaban a los diferentes estadios. Al principio nos llamó la atención. Y a medida que fueron pasando las horas se supo que estaba aconteciendo algo importante. Nosotros estábamos a unos cien metros de donde tenían de rehenes a los israelíes", sostuvo el ex remero. López Muñiz recordó que tampoco a través de los medios de comunicación se enteraron de que ya habían sido asesinados dos deportistas israelíes y que otros 9 estaban secuestrados. "Nosotros estábamos metidos de lleno en competir. Mucho de todo lo que pasó me enteré recién por las conversaciones por teléfono que mantenía con mi padre. Nos dábamos cuenta de que habían movimientos raros pero no mucho más". "Los alemanes no querían que nos enteráramos qué estaba pasando. Se trató de tapar todo. Y eso pasaba con todas las delegaciones. Con algunas de mis compañeras nos pasábamos la mayor parte del tiempo en un lago de la villa y no sabíamos que había rehenes. Escuchamos algunos disparos pero no les dimos importancia porque pensamos que estaban festejando algo. Después nos enteramos que eran de verdad". "Había 10 mil atletas en la villa olímpica. Imaginate qué hubiera pasado si nos contaban la verdad", agregó Segurado.
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