Cuando todo acabó, Flora no necesitó que nadie le dijera cómo estaba su esposo. "Cuando empezaron los balazos los dos gritamos que no tiraran. Yo quise cubrirlo y vi cuando le pegaron. El gritó y enseguida cerró los ojos y aflojó las manos. Su rostro quedó en un estado natural, con mucha paz. Ahí me di cuenta de que estaba muerto", cuenta.