San Antonio de los Cobres se ilumina con los ritos en honor a la Pachamama, celebración muy arraigada en el norte y el Litoral argentinos. La localidad enclavada en la puna salteña es la sede de la Séptima Fiesta Nacional de la Pachamama, que tendrá vigencia durante ocho días y que mañana será inaugurada oficialmente. La creencia, muy arraigada en el norte, de que quien logra pasar agosto tiene garantizado un año más de vida, siempre y cuando haya cumplido con la Pachamama, hace que prácticamente nadie deje de celebrar en su honor la Corpachada y el Sahumerio y de tomar caña con ruda macho para mantener a raya a los malos espíritu. En la región andina, heredera de cultos y ritos paganos ancestrales, la Madre Tierra o Pachamama es considerada una deidad generosa que así como todo lo da, también puede enfermar a sus hijos, por lo que se acostumbra a homenajearla una vez al año. Los cultores de este rito creen fielmente que la Pachamama reclama un tributo y, para satisfacerla, se estilan dos tipos de ceremonias muy enraizadas: dar de comer a la tierra (Corpachada), y esparcir humo para alejar los malos espíritus que siempre están al acecho (Sahumerio). La Madre Tierra fecunda todo lo que existe: es la que multiplica la hacienda, hace germinar la semilla, madurar los frutos y brinda abundante cosecha. Es también la que protege al caminante, a la pastora, al minero, a la hilandera. Y quien cuida permanentemente a sus hijos humanos, aunque también puede "agarrarlos" (enfermarlos) para recibir finalmente sus despojos mortales, lo que se trata de evitar precisamente con la Corpachada y el Sahumerio. Por ser considerado un mes aciago, todo agosto es propicio para rendir culto a la Pachamama, pero sin duda el primer y el último día, es decir el 1º y el 31, se sensibilizan los ánimos. El rito comienza con el acto de dar de comer a la tierra, es decir con la Corpachada, para lo cual se preparan comidas regionales y se separa la mejor porción, que luego es introducida en un hoyo de la finca. Luego se procede a realizar el Sahumerio: en un recipiente colmado de brasas se arrojan hierbas aromáticas de la zona, trozos de cebo, polvos con minerales, hojas de coca y restos de tabaco, lo que produce un aroma penetrante que se expande por los caseríos. El recipiente es trasladado por todos los rincones de la finca, para alejar a los malos espíritus, y también se acostumbra a sahumar a las personas, para que mantengan la salud y no se enfermen. Antiguamente, estos días de agosto eran dedicados al recogimiento y no se acostumbraba hacer fiestas por cuanto todo estaba ligado al plano espiritual y las ceremonias no eran fastuosas, sino más bien recatadas y practicadas con unción y fervor de entrega. Las grandes fiestas lugareñas pasaban entonces por la señalada del ganado nuevo, especialmente de cabras, ovejas y llamas; el inicio del período de siembra, y el de la cosecha, conocida como fiesta de la Minga, tarea de ayuda mutua entre vecinos; pero pronto los ritos de la Pachamama se extendieron también a ellos. Estos festejos son reservados, en la actualidad, para cuando se estrena una casa, el nacimiento, el cumpleaños, el casamiento, o descubrimiento de alguna mina, ocasión en la que además se ofrece lo mejor a la Pachamama y se procede a sahumar todo el predio y sus alrededores. (Télam)
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