En el Mundial del contraataque, Inglaterra debe haber sido el principal exponente de ese esquema futbolístico hasta que se encontró por primera vez en el torneo con un equipo que fue capaz de modificar ligeramente el libreto en muy contadas ocasiones. Ese mérito, que a Brasil no le significó casi ningún esfuerzo, fue suficiente para desnudar las limitaciones tácticas de un equipo estructurado para jugar de una sola manera y preso de la incapacidad de sus individualidades más desequilibrantes para dar un golpe de timón en el momento preciso.
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