Alejandro Cachari / Ovación
Es muy fácil caer en la tentación. Millones de argentinos ya le arman el equipo a Bielsa para enfrentar el miércoles a Suecia. La versión que más adeptos recogió hasta aquí, a tres días del choque cumbre, es la que presenta un equipo hiperofensivo con Aimar, Verón y Caniggia entre los titulares. Sin Simeone y sin Ortega. Pero... Parece más una expresión de deseos que una conformación lógica. Porque lo expuesto más arriba se asemeja mucho a un equipo desesperado y descompensado. Se necesita imperiosamente uno muy tranquilo -la serenidad no implica desidia- y precisamente conformado; con la exactitud del funcionamiento de un reloj. Verón no debería perder su puesto entre los titulares. Fue el termómetro del equipo durante todo el ciclo. No puede pasar de héroe a villano por 90 minutos increíblemente malos. Sería poco serio. Vuelve Ayala, toda una necesidad; casi un ruego. Porque el equipo recuperará su forma en defensa, ya bastante deteriorada por la irreversible ausencia de Vivas. ¡Cómo se lo extraña a Nelson! ¿Quién lo diría? La gran discusión se da en el medio. Algunos exigen a Almeyda, otros mantienen a Simeone; la mayoría se ilusiona con Verón por el centro y Aimar de enganche. Nadie discute, o casi, a Cavallero, Pochettino, Samuel, Sorín y el Kily González. Muy pocos siguen levantando la ridícula bandera de la dicotomía Batistuta-Crespo y otros empiezan a ponerle peros a Zanetti. Un caso aparte es Ortega. El Burrito es una especie de Boca-River permanente. Genera adeptos y enemigos en cada gambeta. A veces somete fácilmente a los detractores con actuaciones sobresalientes; otras es el centro de todas las críticas por su empeño en enmarañar el juego antes que transformarlo, como corresponde, en solidario y participativo. Es imposible no ser arrastrado por la corriente. Hay que convencerse de que hasta el miércoles habrá tantas formaciones probables como argentinos interesados en la suerte del equipo ante Suecia. Lo cierto es que Bielsa no es demasiado afecto a los cambios drásticos y masivos, pero tampoco le tiembla el pulso si cree conveniente la salida de las figuras. En medio de una tormenta, por ahora de verano, el entrenador debe pergeñar la estrategia y los nombres para un partido que puede ser la refundación de las aspiraciones albicelestes en Japón-Corea, o el último partido de Argentina en el Mundial. Y como dijo Ringo: a Bielsa le van a sacar el banquito y va a tener que decidir solito con su alma.
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