Ningún gobernador debe desconocer los pactos históricos que forjaron la unidad nacional. Pero las distorsiones económicas contra las provincias son evidentes y la reacción natural de mucha gente será: “No queremos seguir formando parte de esta unidad política que se llama la República Argentina porque nos explotan”. Este sentimiento separatista es el que condujo a la división de Checoslovaquia en dos repúblicas (Checa y Eslovaca) y a la fragmentación de Yugoeslavia en siete: Eslovenia, Croacia, Herzegovina, Boznia, Serbia, Montenegro y Macedonia. Por supuesto que había razones raciales. Creo que entre nosotros existe un separatismo potencial que se puede exacerbar: históricamente Cuyo se consideró más próximo a Chile que al resto del país, y una cueca dice: “Cuando pa’ Chile me voy/ cruzando la cordillera/ late el corazón contento/ pues me espera una chilena”. La Mesopotamia en la época de Artigas y Oribe pensó en independizarse de Argentina y Brasil creando un estado tapón y por esa tarea convocó a un caudillo que vivió en Gualeguaychú y se llamó Giuseppe Garibaldi. En el imaginario circuló por mucho tiempo que la Patagonia pertenecía a Chile, hasta que Roca encabezó la Conquista del Desierto. Estados Unidos compró Alaska y creo que las grandes potencias del mundo podrán plantearse ahora comprar la Patagonia. Hay motivos supranacionales que hacen apetecible esa región.
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