Cada vez que llego a Japón siento paz y seguridad. A pesar de experimentar los primeros días una sensación de cansancio y fatiga producto de un viaje tan largo (casi treinta horas de avión) me siento feliz. En mi caso generalmente voy a Japón por el tango. Ellos sienten una gran pasión por nuestra música ciudadana. Quizás por esa melancolía tan propia del japonés. Cuando tengo oportunidad siempre cuento una anécdota que refleja muy bien su idiosincracia. En uno de mis tantos viajes pude comprarme una filmadora que dejé olvidada en un subte. Al rato, al darme cuenta que no la tenía conmigo, le dije al intérprete que me acompañaba, ya en estado de desesperación, lo que me había pasado. El me pidió que me calme y que regresemos al lugar donde la había dejado. Así lo hicimos, y grande fue mi sorpresa y alegría, allí estaba la filmadora entre cientos de personas. Nadie la había tocado. Esa es la seguridad de la que hablo, esa es la paz que siento en ese país. Por otra parte, el japonés es muy serio, muy trabajador, es muy metódico y pensante. No tiene medias tintas, es sí o es no. Trabaja ocho horas diarias y de lunes a viernes. Luego de finalizada su actividad laboral regresa a su casa a descansar. Arrancan la actividad laboral a las 10 de la mañana y culminan a las 18. Pero también se divierten, salen a cenar, van a boliches, pero sus horas de descanso las cumplen rigurosamente. El intérprete que teníamos a nuestra disposición nos aconsejaba cenar antes de la ocho de la noche, porque después de esa hora, en todos los restaurantes no podíamos comer con cubiertos, sino con los típicos palillos. De este país recomiendo la cerveza, que es exquisita, y los tallarines, porque son los mejores del mundo. Japón es un país súper moderno. Es admirable apreciar sus edificios, puentes, carreteras, subtes y colectivos, además de su notable organización. Algo que me impresionó por su construcción es el aeropuerto de la ciudad de Osaka, construido en medio del mar con una increíble belleza arquitectónica. En materia de servicios de alojamiento los hoteles de cinco estrellas son súper lujosos, y en relación al transporte, los colectivos que circulan por las calles están todos alfombrados. La ciudad de Tokio, no me gustó porque es un verdadero infierno de gente: tiene tres centros comerciales enormes, donde se puede adquirir todo lo que a uno se le ocurra en electrónica. Las calles de esta ciudad están llenas de autos y la gente más que caminar pareciera que corre en grandes grupos. Por esto creo que no podría vivir en Japón. En estos momentos estoy con un pie en el avión ya que parto hacia Japón con la orquesta de D'Arienzo. Vamos a estar un mes tocando en distintas ciudades y si puedo me voy a hacer una escapada para ver algún partido del Mundial, si fuera posible donde juegue nuestra selección.
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