En el 98 viajé a Japón para acompañar a los Pumas (seleccionado nacional de rugby) y representar a la Argentina. Fuimos a comprobar el temperamento y la funcionalidad de los jugadores. Nuestra intención no era únicamente ganar. En aquella ocasión pude abocarme no sólo al deporte sino también al aprendizaje. Me interesó adentrarme en la cultura e historia de este país tan diferente. Antes que nada tuve que reponerme del viaje. Es un trayecto muy largo, de casi 30 horas. Nuestro primer destino fue Osaka. Es muy común que surja el problema del jet-lag. Esto significa una disociación entre nuestro ritmo biológico y el horario del reloj. Por eso aparecen trastornos para dormir y alimentarse, además de un gran cansancio. Aproximadamente tarda entre 5 y 10 días la adaptación del cuerpo a su estado normal. Una de las cosas que más me llamó la atención fue su organización y disciplina. Sucede que como son tantas personas, la organización es muy importante. Además allí hay tan poco espacio, que éste vale oro. Otra de sus características es la religiosidad. En su mayoría practican el sintoísmo. Tienen como sagrada al agua, como sinónimo de purificación, al tiempo que consideran a la sangre como algo sucio. La historia del país también merece interés. Tiene dos épocas, la del Edo y Tokio. Durante la primera la cultura era oriental, era un país más cerrado, estaba sobre el agua y las construcciones eran sólo de madera. En el siglo XIX aparece el segundo período, basado en el patriarcado. Posee museos hermosos que cuentan su historia, entre ellos "Del Edo-Tokio" y en las grandes ciudades, como Osaka y Tokio, todo está computarizado. Las referencias las brindan las máquinas, no las personas. En los lugares de diversión hay mucho ruido y entretenimientos. La organización del país es jerárquica, están por un lado los que mandan y por otro los que obedecen. En definitiva Japón es un lugar atractivo para conocer. Aunque yo no viviría jamás por la falta de mujeres bellas como las argentinas.
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