Año CXXXV
 Nº 49.442
Rosario,
domingo  07 de
abril de 2002
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Ganadores y perdedores
El corrimiento de grupos locales tradicionales hacia la exportación precedió al fin de la convertibilidad

La reubicación de la mayoría de grandes grupos económicos tradicionales de la Argentina en el sector exportador y una progresiva concentración de los conglomerados internacionales en el sector de los servicios fue el fenómeno que antecedió a la devaluación.
El incumplimiento de holding y filiales de compañías transnacionales del pago de sus deudas fondeadas en el extranjero en dólares es el corolario de una gran puja entre devaluadores y dolarizadores, que se extendió durante los últimos tres años.
La punta de lanza fue oficializada por el fallecido Agustino Rocca (entonces presidente del grupo Techint) en 1999 antes de la asunción de Fernando De la Rúa a la presidencia en la reunión anual de la Unión Industrial Argentina (UIA), cuando lanzó la frase prohibida hasta ese momento: "Hay que salir de la convertibilidad".
Sin embargo, el quiebre entre los principales capitales de la cúpula empresaria ya había comenzado a registrarse a partir de 1997, cuando los grupos económicos locales desprendían de sus participaciones en las empresas privatizadas y se refugiaron en sectores ligados a la exportación.
Aquellas palabras de uno de los referentes de los grandes capitales disparó un debate sobre los caminos a seguir para salir de la convertibilidad. Finalmente se consumó en el peor de los escenarios, con la huida de un gobierno y la más abultada transferencia de pasivos del sector privado hacia un Estado desguasado con la pesificación de las deudas y el acorralamiento de los depósitos de la población, que será compensada a los bancos.
La devaluación y pesificación de pasivos significó un importante beneficio para la mayoría de grupos económicos locales y algunos extranjeros, centrados en actividades exportadoras, como la agroindustria, el petróleo y el gas. Allí se ubican grupos como el holding Perez Companc como un ejemplo paradigmático, ya que detenta inversiones en estos sectores y es el principal deudor del sistema financiero local a través de la firma Pecom Energía.
Según datos del Banco Central, el 60% las deuda interna privada fue destinado hacia las principales empresas, de las cuales sólo las cien primeras representan el 10%.
Con todo, las posibilidades de un mejoramiento de las expectativas para este tipo de empresas y las pymes nacionales, las otras grandes perdedoras, se presenta con un horizonte oscuro a corto plazo y sin financiamiento. En algunos dossier privados señalan que suponiendo que la economía dejara de contraerse en el tercer trimestre, el PBI retrocedería un 10,5%. Como contrapeso sólo estará el aumento de las exportaciones y con una tasa de desempleo rondando el 22/23%. Estos datos golpean de lleno a este tipo de empresas ya que dependen del consumo interno.
Con el aditamento de un contexto internacional no muy favorable, en particular los motores de los países desarrollados. Estados Unidos con un gobierno que reclama ampliar su déficit tomando más fondos y una economía que no termina de despegar, un Japón que no logra salir del pozo con una fuerte capacidad productiva ociosa y una Unión Europea que recién esta semana dejó entrever un mejoramiento de las perspectivas para el viejo continente.
Por eso, los que alguna vez dijeron que el desembarco de Anoop Singh a la Argentina se debía a un pase de facturas entre los hombres del FMI para negociar un nuevo acuerdo, está dejando paso a la percepción de que las autoridades del organismo previeron un escenario similar a la crisis de Indonesia en el 97, en la cual el funcionario fue el principal operador de la entidad multilateral. El resultado para el país asiático fue una profunda crisis social y un impresionante quebranto de bancos y empresas.


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