Dicen que después de sufrir, los triunfos tienen mucho más valor. Si no pregúntele al hincha de Independiente que después de dos tremendos cachetazos ante Banfield y Vélez Sarsfield se dio el gustazo, vive el gozo de haberle ganado a Racing Club, en el Cilindro, con todo lo que ello significa, por 2 a 1.
Resopla Néstor Clausen a un costado de la cancha. Un festejo contenido, una sonrisa, en público, casi de compromiso. Sabe que ganó una batalla que, de haber perdido, le hubiera significado el puesto y que la sombra de su ex coequiper, Ricardo Bochini, iban a forzar su despido-renuncia.
Independiente, que por momentos toqueteó a Racing, ganó con goles de Matías Vuoso, de penal a los 15 minutos de la primera mitad, y con una palomita de Andrés Silvera a los 36 del complemento como el broche de oro a una jugada excepcional.
Para Racing estiró la agonía, a sólo tres minutos del final, el colombiano Gerardo Bedoya en un partido que fue aburrido en el primer tiempo y electrizante en el complemento.
En la primera mitad se jugó poco, se peleó mucho. Penal dudoso para Independiente en el cuarto de hora inicial que Vuoso, con seguridad, cambió por gol.
En el complemento todo fue más entretenido. A los 2', Racing contó con una situación de gol ideal. De hecho contó con dos situaciones en la misma jugada. Primero un bombazo de Vitali desde 30 metros que se estrelló en el travesaño y del rebote un forzado disparo de Bedoya fue despejado por Zelaye en la línea.
El partido, por fin, tuvo momentos entretenidos y en eso mucho tuvo que ver los cambios ofensivos que hizo Mostaza Merlo mandando a la cancha a Chatruc y Milito por los intrascendentes Arano y Maceratesi.
El local se mandó al ataque e Independiente, como la lógica indica, se ordenó para contratacar. De hecho a los 13, Vuoso tuvo una clara ante Campagnuolo tras una brillante jugada de Eluchans.
Pero Racing seguía con sus centros ya que era la manera más rápida de meter la pelota en el área roja. A los 24, Rocha se destacó sacando, primero, una volea de Ubeda en la media luna y tapar, enseguida, un mano a mano con Chatruc.
Otro golpe del rojo
Racing iba e Independiente golpeó. Insúa y Guiñazú la llevaron de un área propia y Silvera, de palomita, le puso la rubrica a tremendo jugadón. 2-0.
El local, desesperado, nervioso, perdido, achicó las diferencias con un cabezazo de Bedoya, pero no le alcanzó. Tres minutos más tarde, los jugadores de Independiente le iban a ofrendar su gran victoria a su hinchada.
La maldición del cilindro sigue en pie. Ya pasaron 8 años y siete partidos y Racing sigue sin ganarle a Independiente en su propia casa. Y duele, cómo duele. (DyN) \