Montaner trabaja en el Servicio de Enfermedades Infecciosas del Saint Paul Hospital de la Universidad de la Columbia Británica y es codirector de la Red Nacional de Ensayos Clínicos de Sida de Canadá. El año pasado, luego de un simposio internacional organizado por Roche Farma sobre el sida, el científico sostuvo que desde 1996, los tratamientos contra el mal experimentaron "un cambio dramático, impresionante. Y ha cambiado para mejor.
"Finalmente tenemos una estrategia de tratamientos, que han transformado al sida, desde el punto de vista médico, en una enfermedad crónica, como pueden ser otras enfermedades, como la diabetes, la falla renal. Pero lo que no tenemos es una cura", sostuvo.
Montaner insistió en que "el gran desafío en los países desarrollados es poder mantener el esfuerzo que significa para los pacientes, el mantener el tratamiento de forma tan estricta, como tiene que ser, porque aun los tratamientos más sencillos no tienen perdón. Los tratamientos, a uno le guste o no le guste, son muy estrictos. Y hay que mantenerlos a largo plazo, porque no habrá erradicación posible a corto o medio plazo, por lo menos, de la enfermedad. Si sucede en 10, 15 ó 20 años, no podemos saber, pero la verdad es que tenemos muchas dudas de que sea así, y entonces esto se ha transformado en un desafío impresionante".
El acceso a los tratamientos
También aludió al costado oculto de esos tratamientos, el acceso a los fármacos por parte de los pacientes que tienen escaso poder adquisitivo. "El 90 por ciento de los pacientes que están infectados no tienen acceso a tratamientos. La gente, la opinión pública y la prensa enfocan el tema de la falta de tratamiento en la droga. Pero en realidad, lo que tienen falta es de una situación de salud pública que les permita beneficiarse del tratamiento. Y en realidad, como decía Jonathan Mann, esto no es un problema de salud pública, sino que es un problema social, político y económico".
En ese sentido sostuvo que "en realidad, poco nos vale que pongamos hospitales en medio de Africa, sino tienen una situación social tal, que les permita poder de repente, no ya tener acceso a la droga, sino a toda la infraestructura que hace falta para poder tener un tratamiento adecuado".