Buen semblante, aunque con signos visibles de preocupación. Camisa manga corta importada de finas líneas blancas y celestes con ribetes rosas. Pantalón de verano gris y mocasines negros sin medias. Reloj hiperchato de malla de goma apretado a la muñeca. Pelo sin gel. Así, el presidente Eduardo Duhalde se mostró ayer ante las agencias de noticias nacionales, a las que atendió en la Sala de Jefatura de la Residencia de Olivos. Lo cierto es que el paso de Pacho O'Donnel por la quinta a mitad de semana dejó huellas inocultables. "El prójimo" y "Juan Manuel de Rosas" (dos libros del ex secretario de Cultura de la Nación) estaban dispersos en el escritorio presidencial, junto a tres teléfonos, una velita aromática, decenas de carpetas y varios papeles. Sin embargo, las estanterías ubicadas detrás del escritorio permanecen vacías, evidente señal de una mudanza reciente y de que las prioridades pasan por otro lado. Duhalde se mostró en todo momento seguro y procuró transmitir esa sensación. Fue escueto al hablar de su comunicación telefónica con el presidente estadounidense, George W. Bush, sabedor de que todo ya se había dicho por otros canales. Sólo se limitó a agradecer. Mientras el jefe del Estado hablaba a la prensa, desparramado en un sillón contiguo, su secretario privado, José Pampuro, analizaba minuciosamente varios papeles y un par de fotografías. Por su parte, el secretario de Medios, Carlos Ben, y el futuro titular de Télam (agencia oficial de noticias), Tabaré Areas, siguieron con atención las preguntas y respuestas. La entrevista duró poco menos de una hora. Hubo agua y café hasta que el edecán naval avisó al primer mandatario que ya estaban en Olivos sus próximos invitados.
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