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Rosario,
lunes  31 de
diciembre de 2001
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La crisis. La cita para expresar la bronca fue otra vez en el Monumento
La intempestiva renuncia de Rodríguez Saá tomó por sorpresa a los rosarinos
Esta vez la convocatoria espontánea de la ciudadanía solamente aglutinó a un centenar de manifestantes

Mauricio Maronna

La renuncia del presidente Adolfo Rodríguez Saá tomó por sorpresa a los rosarinos, que anoche prefirieron quedarse en sus casas en lugar de producir una concentración masiva como se registró en las vísperas de la dimisión de Fernando de la Rúa. Alrededor de cien personas se dieron cita en el Monumento Nacional a la Bandera una hora después de que el ex gobernador puntano anunciara su dimisión.
Espontáneamente, algunas familias de clase media salieron de sus domicilios y se encontraron con calles vacías y con ciudadanos que ni siquiera se habían enterado de la última gran novedad. A las 23.30, apenas unas veinte personas se encontraban en el Monumento con sus cacerolas ya desgastadas por el uso de las últimas horas y convocaban a viva voz a otros rosarinos a sumarse a la protesta. Sin embargo, esta vez lejos estuvo de producirse una concentración multitudinaria.
Mientras la plaza San Martín y la 25 de Mayo mostraban un paisaje desolado, casi cien personas batían el parche en la avenida Belgrano, intentando cortar el tránsito y lograr que los automovilistas se unan a sus cánticos. Pese al intento, los conductores se limitaban a hacer sonar sus bocinas y seguían de largo.
A las 0.50 de esta madrugada, y como una muestra de lo sorpresivo de la renuncia de Rodríguez Saá, una quinceañera con familia y amigos incluidos llegó al Monumento para sacarse la foto de rigor que ilustre esa celebración. El rostros de la madre de la joven adquirió un rictus de sorpresa al comprobar que el fondo de la foto que tanto estaba buscando para su hija iba a llevar como paisaje a un grupo de mujeres golpeando las cacerolas, mientras repetían: "Se siente, se siente, el pueblo presidente".
Pasada la 1 de la madrugada, la poca gente que había en el Monumento inició la desconcentración, quedándose solamente un grupito de diez personas que seguían haciendo sonar sus cacerolas, aunque ya no tenían ni ánimo para seguir haciendo mención a una de las pocas consignas que habían esbozado: "Que se vayan todos".


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