Año CXXXV
 Nº 49.325
Rosario,
domingo  09 de
diciembre de 2001
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Bélgica: Un pequeño gran país

Rodolfo José Rasia Juana R. Valverde

Bélgica es un pequeño país que tiene una gran historia de prosperidad, pero que, al igual que la mayoría de las naciones de Europa Occidental, se vio involucrada en la controversia entre las fuerzas de la disociación y las tendencias unificadoras. Separada de Inglaterra por el Canal de la Mancha, fue el punto de concentración de ese paso obligado. Por su posición geográfica debió soportar la influencia de sus poderosos vecinos: Francia, Gran Bretaña, Holanda y Alemania.
Sus orígenes se remontan al asentamiento de los eburones, en el siglo VII A.C., entre el Rin y el mar del Norte. La civilización celta resistió durante largo tiempo a las legiones romanas pero, finalmente, los sometieron mediante una campaña de exterminación sistemática. Julio Cesar declaró en esa oportunidad que "los belgas son los más valientes de todos los pueblos de la Galia".
El desfile inexorable del tiempo contempló cómo el cristianismo se introdujo en esas regiones. La evangelización, sólo interrumpida por las invasiones francas, continuó con los merovingios. La Iglesia organizó sus diócesis ignorando las fronteras étnicas naturales entre los pueblos de origen germánico (futuros flamencos) y los de origen franco-romanos (futuros valones).
A fines del siglo XV surgió el Renacimiento sobre las provincias belgas y con él, el nacimiento de uno de los más grandes pintores flamencos, Brueghel el Viejo, de quien se puede afirmar que fue un adelantado del expresionismo, como también Jerome Bosch. Pero, a fines del siglo XVI, nació el máximo exponente de la pintura flamenca y excelente diplomático, Pablo Rubens. Al mismo tiempo, Plantin-Moretus, adoptando los desarrollos de Guttemberg, estableció en Amberes la más importante imprenta de Europa.
Con altibajos políticos llegó a finales del siglo XVIII, momentos en los que las ideas nuevas gestadas por la revolución francesa se esparcieron por Europa y originaron en Lieja una comuna insurreccional. La invasión de las tropas republicanas francesas destruyó ese andamiaje de libertades y franquicias, hasta que en 1815 la derrota de Napoleón en Waterloo, a corta distancia de Bruselas, introdujo un nuevo proceso. Las potencias europeas decidieron la creación de un Reino de los Países, bajo el dominio holandés, desafortunado para la vida política de Bélgica.
En 1830, se desencadenó la revolución. Flamencos y valones se unieron para expulsar a holandeses y franceses. Allí nació el reino de Bélgica.
Aun cuando muchos argentinos lo ignoran, es en esa instancia en que apareció el primer contacto con la Argentina. La historia de Bélgica relata que en ese año, San Martín residía en Bruselas con su hija Mercedes. Una noche, un grupo de revolucionarios llamó a la puerta de la casa para solicitarle al Gran Capitán la conducción de la armada revolucionaria. San Martín se negó señalando que sólo desenvainaría la espada por la libertad de su patria, de lo contrario, no sería más que un mercenario, lo cual era contrario a sus ideales.
Finalmente, el 21 de julio de 1830, declararon la independencia del reino y colocaron en el trono a un príncipe de Sajonia-Coburgo, Leopoldo I, quien dio una constitución democrática y unitaria y fundó la dinastía que gobierna el país hasta nuestros días.

Aires medievales
Por su extensión, desarrollo económico y cultura, Bélgica puede ser definida como un pequeño gran país. Quien la visite hallará un panorama cambiante, según atraviese el país desde las costas flamencas del mar del Norte, pasando por las llanuras arenosas de Flandres y llegando a la ondulada región valona de las Ardenas. Esta última región, cubierta de oscuros pinares y surcada por torrentosos ríos, lagos y cascadas, cuenta con más de medio centenar de castillos, la mayoría medievales.
Bélgica es el país que conserva con más fidelidad sus monumentos de la Edad Media. El castillo del conde de Flandres en la ciudad de Gante, es considerado el más antiguo de Europa. Fue construido entre los siglos IX y XI y aún conserva, sus torres almenadas y piñones. Está emplazado en el mismo lugar en que los vikingos alzaron una fortificación en el año 900.
Bélgica tiene muchas ciudades importantes. Bruselas es una de ellas, tanto desde el punto de vista turístico, como político o administrativo. En esta ciudad, capital del país, se pueden visitar innumerables monumentos y puntos de interés turístico. Existen tres sitios que el turista no puede dejar de admirar. La Gran Plaza, primera maravilla de Bélgica, bordeada por las casas de las corporaciones, erigidas entre los siglos XV y XVI, ornadas de esculturas y decoradas en oro. Junto a estos edificios se encuentran, frente a frente, la Maison du Roi y el Hotel de Ville, ambas de estilo gótico. En esta plaza se erigía, durante el día, el cadalso donde, al anochecer, eran ajusticiados los condenados.
A no más de 100 metros del lugar se encuentra la estatua del personaje legendario de Bruselas, el Manneken Pis, declarado primer ciudadano de la ciudad. Esta escultura fue realizada por Jerome Decquesnoy en 1619 y es un importante centro de atracción turística.
El segundo centro de interés es la catedral de Saint Michel y Sainte Goudule, situada sobre una colina. Su construcción demandó tres siglos y en ella se conserva la colección de vitraux del siglo XVI más importante de Europa.
El tercer centro de interés es el palacio de Justicia, que frente a la aristocrática Avenue Louise, domina toda la ciudad. Por su conformación arquitectónica se lo denomina "l’encrier" (el tintero) porque su forma es similar a la de un tintero de escritorio de los que se utilizaron a principios del siglo XX.
Otros sitios de interés turístico son el parque de Bruselas, la iglesia de Notre Dame du Sablón (pantano) enfrente de la cual se puede observar la antigua torre de los Annessens.
En los alrededores de la capital se ubica un lugar cuya importancia histórica exige una visita. Son los campos de Waterloo, escenario de la famosa batalla donde fue vencido Napoleón. Dominando esa planicie se encuentra la Butte du Lyon, monumento erigido en homenaje a los caídos en esa batalla.
Sin embargo, cualquier turista, dirá que la más bella ciudad es Brujas. Su nombre se origina en el vocablo vikingo "bruggya" que significa puerta. En realidad era un puerto sobre el mar del Norte durante el período burguiñón, pero con los años, las arenas la fueron invadiendo paulatinamente, lo que obligó a desplazar el puerto a la ciudad de Amberes. Brujas conserva su arquitectura y diseño medieval. Es un complejo urbano atravesado por tranquilos canales, que son recorridos por embarcaciones menores y por cisnes. Ello le valió a Brujas el apelativo de la Venecia del norte.
Bélgica tiene otras poblaciones importantes, tanto o más merecedoras que Brujas, de ser centros turísticos. La ciudad de Gante, al sudeste de Brujas, guarda dos castillos medievales: el de los condes de Flandres, ya mencionado, y el de Gerard le Diable. Como Bruselas, esta bella ciudad presenta las Maisons des Corporations, cuyas fachadas se reflejan sobre las aguas del canal que bordean. La arquitectura es de estilo flamenco medieval y las iglesias góticas encierran tesoros de arte, como las telas de van Eyck.
Amberes, al nordeste de Gantes es la ciudad portuaria. Residencia del genial Rubens, en ella se encuentra la imprenta Plantin Moretus, hoy convertida en un museo, que atesora, junto a viejas prensas de tipo Gutemberg que aún funcionan, una exquisita colección de Rubens en la que se destaca "Séneca agonizante".
Lieja, llamada "la ardiente", ex principado episcopal, es recorrida de norte a sur por el río Mosa. En esta ciudad, fronteriza entre la zona francofona y flamenca, se encuentra la iglesia románica de Saint Barthelemy, del siglo XII, que guarda en su interior la célebre pila bautismal realizada en bronce por Renier de Huy, considerada una de las siete maravillas de Bélgica.
Lovaina, ciudad universitaria por excelencia, muestra orgullosa su Hotel de Ville diseñado en estilo gótico flamígero por Mathieu de Layens. Es la más hermosa municipalidad de Europa y presenta el aspecto de un relicario del siglo XV. Namur es la ciudad capital de la región Valona. Está recostada sobre el río Mosa, al igual que Dinant, esta última con su basílica y su Citadelle, sede de un museo de la primera guerra.
Cerca de ellas hay lugares de una belleza inigualable, como las famosas grutas de Han sur Lesse (16 kilómetros de galerías tapizadas de estalactitas y estalagmitas, de los cuales sólo se pueden recorrer 3 kilómetros).
La ciudad de Tournai muestra orgullosa su catedral con cinco campanarios. En la frontera sur de Bélgica se encuentra la ciudad romana de Arlón. Muy cerca se halla Bastogne, centro de la Batalla de las Nueces durante la Segunda Guerra Mundial, está decorada con restos militares de esa batalla.



La moderna y bella cúpula de la basílica de Dinant.
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