Alguien dijo alguna vez que los platos entran primero por los ojos. Es así que las apariencias, consistencias y colores adelantan opiniones que son reforzadas por los olores. Pero muchas veces, esas opiniones o prejuicios, se encuentran completamente alejados de la realidad. En estos casos el juez inapelable es el paladar. Es él quién define el juicio en el momento de degustar el primer bocado. El rechazo de platos por su aspecto es un acto reflejo natural. Lo más probable es que un argentino en Bélgica rechace, por su apariencia, un plato de "riz de veau" (mollejas) guisadas. Por eso, a la hora de degustar un manjar extraño, debe abandonarse cualquier prejuicio. A los belgas, buenos gastrónomos, les gusta la buena cocina, que es generalmente abundante y excelentemente preparada. Basta recordar las reproducciones de festines pantagruélicos y mesas repletas de ricos manjares realizadas por Brueghel, Jordaens y Snyders. Al turista le resulta difícil escoger entre la brasserie donde puede degustar una deliciosa cerveza con "frites", los snack-bar donde puede hallar siempre una minuta a la medida de su apetito y de su bolsillo o degustar la sopa del día, y los restaurantes de lujo. El steak con frites, los mejillones a la moda de Bruselas, el cramique o pan de huevos, azucarado y con pasas, los quesos típicos de Lieja (fromage d'Herve) y de Charleroi, son platos típicos. Cada provincia posee sus propias especialidades en lo que atañe a la gastronomía. Podemos citar entre otros platos: las riquísimas ostras de Ostende, los tomates rellenos con langostinos, el "waterzooi" de Gante, la soupe au poireaux de Tilff, las anguilas en salsa verde de Amberes, los choesels (menudos de ternera) con salsa madera, los mirlos a la liejesa preparados con bayas de enebro, los jets d'houblon (brotes de lúpulo) a la crema, las chicorées y los petits choux de Bruselas, sin olvidar el jamón y los salamis de Ardenas. La gastronomía en Bélgica, como en toda Europa, es considerada una obra de arte. Hay platos típicos como la carbonade flammande un guisado de carne vacuna cocido con cerveza, o el waterzooi que es una sopa de pescado. Pero existe el plato nacional, que es típico y que se puede hallar en cualquier lugar de Bélgica: "les frites" o papas fritas. En cuanto a la bebida nacional, apreciada internacionalmente, es la cerveza. Los belgas consumen cerca de 150 litros por año y por habitante. Su elaboración es un arte ancestral y tienen más de 300 marcas de esta bebida. Las variedades son innumerables. Las hay de baja y de alta fermentación, frutadas, gueuzes, ales, negras, ámbar y blancas. Pero las más reputadas son las fabricadas por los monjes cistercienses. A éstas se las denominan trappistes y en general son negras y muy densas. Quién puede ser capaz de negarse el placer de sentarse en las terrazas de la Gran Plaza de Bruselas o frente al río Mosa en Lieja, Namur o Dinant, o aún al borde de los canales en Gante o en Brujas, para beber una gran jarra de cerveza belga mientras saborea un cono de "frites".
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