Para Héctor Rey, hay un efecto solapado en la crisis hídrica, algo letal que transforma a la esperanza en resignación. "Hay una diferencia abismal", aseguró. Y habla por experiencia, porque conoció de cerca a quien la dura experiencia de perder el patrimonio le costó la vida. En su opinión la caída libre para las economías rurales aún no terminó. "Vamos a perder montones de beneficios que todavía el campo está brindando a la gente que lo trabaja. Los gobernantes que dicen estar preocupados por la parte social deberían ver esto", aseguró. Quienes ceden a la resignación bajan los brazos, hay desesperanza y eso se transmite, sostiene Rey. Pero además aporta datos objetivos que marcan el descenso. Se pierden las obras sociales, los aportes jubilatorios, la calidad de la educación que reciben los chicos y hasta la salud. Para el productor, un cálculo rápido sobre pérdidas permite sacar una conclusión que descorazona. Si hay un millón de hectáreas afectadas y por cada una se pierden cien dólares, se estarían desperdiciando 150 millones de pesos que aplicados a las obras podrían revertir la situación y que se amortizaría en poco tiempo. "Si no hay dinero yo estaría dispuesto a interesar a una empresa internacional y entregarle la producción durante cinco años con tal de que saquen el agua de los campos", aseguró a título personal.
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