Año CXXXV
 Nº 49.325
Rosario,
domingo  09 de
diciembre de 2001
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Córdoba lo tenía pero Gimnasia empató en el final

Mauricio Tallone

Nunca se van a agotar las muestras de imprevisibilidad que ofrece un juego tan versátil como el fútbol. Es historia repetida la de los partidos que en un momento tienen su curso y de golpe adoptan el camino inverso. Y ayer, la víctima de estas fluctuaciones la vivió en carne propia Central Córdoba, justo cuando más necesitaba que las cosas no cambiaran porque en el imperio de los merecimientos los charrúas quizás debieron llevarse más que un punto.
Aunque la conclusión global de los noventa minutos dirá que pudo ser de los charrúas y a nadie hubiera sorprendido. También pudo ser de Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay y tampoco nadie habría invocado una puñalada trapera de la justicia. Pero por las pruebas presentadas en el partido, lo cierto es que el dictamen fue permisivo para los entrerrianos y condenatorio para el equipo de Palma. Y todo terminó en un reparto sin demasiado margen para las estridencias y reclamos.
Pero claro, este equipo de Central Córdoba no pega una. Si no tiene problemas, los inventa. A pesar de que ayer dio muestras de estar a la altura de las circunstancias, su capacidad de asimilación para poner en el freezer un trámite de dos goles de ventaja le provocó más estragos que el intento de Cavallo por reabrir las negociaciones con el Fondo Monetario. No perdió, sólo empató. Pero fue cómo si hubiera perdido.
Al fin de cuentas, Gimnasia no tenía por qué apiadarse de su presente, ni tiene la culpa de que Jeremías Gallego se haya comido cada pelota que merodeaba su área, como ocurrió en un centro de Orcellet a los 18 minutos o cuando Ceballos lo madrugó dos veces para estampar el empate después de que el partido estuviera 3 a 1 a favor del equipo de Palma.
Con semejante ventaja en los arcos, la gran tarea que regaló Raymonda quedó reducida al target funcional de Córdoba. El volante no sólo puso el uno a uno, sino que fue factor participativo en el tanto de Iuvalé.
En el complemento mudaron los papeles. Entendible lo de Gimnasia y peligroso lo de Córdoba. Porque salvo un pasaje cuando encontró el tercero en la apilada de Raymonda, los locales desatendieron la pelota. Y el Lobo, casi en la lona y con la complicidad de Gallego -luego sería sustituido por Salomón- propuso lo suyo sin recostarse en la tibieza que había denunciado en el primer tiempo. Y ganó en el plano de su juego. Buscó conjugar presión con movilidad y llegó a la paridad a cinco minutos del final después que Vendakis capturara otra oferta de la defensa charrúa y no le diera ni tiempo para festejar el cabezazo de Gerlo un instante antes.
A Córdoba sólo le quedó la posibilidad de la última suelta de palomas que no llegó. Eligió esa ruta y para confirmar el dato que se adivinaba en el movimiento forzado, exhumó el perfume de la especulación para dejar pasar el tiempo y mantener el empate en cuatro.



Raymonda fue la figura del equipo charrúa.
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