Silvina Dezorzi
Las medidas tomadas el fin de semana pasado por la cartera económica no dejan títere con cabeza. Y apenas a tres días de los anuncios, no hay economía familiar ni comercial que se sienta a salvo del impacto. El pago de alquileres, el cobro de servicios personales y de trabajos realizados en pequeños talleres, la venta de billetes de lotería o de mercadería en humildes negocios de barrio son sólo algunas de las actividades afectadas por la escasez de efectivo y la posibilidad de que ésta golpee todavía más las ya deterioradas arcas domésticas. Cuatro testimonios registrados por La Capital dan cuenta de que el temor y la incertidumbre son las únicas monedas que circulan con abundancia en Rosario por estos días. Mientras los aterrorizados poseedores de depósitos bancarios se mantenían pendientes ayer de las alternativas devaluación-dolarización que surcaron la jornada como las dos caras de Freddy Krugger, los actores de la economía menos formal sufrían otras consecuencias de las medidas. Los efectos percibidos en esas economías van desde la incertidumbre hasta el pánico. Por ejemplo: muchos taxistas, verduleros y almaceneros dicen que el miedo de la gente a quedarse sin efectivo -o la falta concreta de él- les bajó desde el lunes pasado un 40 por ciento las ventas. Creen que los clientes ya se volcaron o se volcarán a los súper, donde pueden tarjetear. Curiosamente, alguno que otro dice que aún no sufrió el impacto, pero así y todo no ven despejado el horizonte porque están seguros de que cuando se acaben los billetes que la gente tenía en su casa el efecto también los alcanzará. Los casos se multiplican por miles. Cada cual piensa que el suyo es el peor y cuenta una historia.
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